El valor de las virtudes humanas. La Magnanimidad

18.- Magnanimidad

 Es el hábito de acometer para la realización de grandes obras que por su bondad son dignas de honor y aprecio.

El camino más largo empieza siempre con el primer paso. La virtud de la Magnanimidad por lo regular comienza con un acto aislado de amor que, mediante la constancia, contagia a otra gente para unirse a la causa, y así, juntos, se hace una gran obra.

Lo que quiero decir es que, para hacer una gran obra, no es necesario que desde el principio haya una cantidad ilimitada de recursos, sino que también se hace una gran obra empezando con un pequeño esfuerzo.

Esta virtud la podemos ilustrar con el siguiente ejemplo:

“El bombardero de golosinas”

El 24 de junio de 1948 la hoy extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) decidió bloquear los suministros a la entonces dividida Berlín occidental, con el fin de quedarse, mediante el hambre, con la porción occidental de Berlín ocupada por Estados Unidos, el Reino Unido y Francia.

Inmediatamente los aliados estructuraron un plan para abastecer por vía aérea a Berlín occidental de los suministros esenciales, ya que dentro de los límites del sector occidental se encontraba el aeropuerto de Tempelhof, y de inmediato montaron un dispositivo logístico para surtir todos los suministros necesarios para la gran capital.

Emplearon para ello todos los aviones C-47 y C-54 (aviones de transporte no artillados que utilizaron principalmente las fuerzas paracaidistas en la guerra) disponibles en Alemania, y mandaron traer a todos los aviones de estos tipos situados en las bases del resto de Europa y norte de África, y poco después se les unieron los aviones ingleses.

Transportaron harina, carne, azúcar, carbón, leche, papel, ropa, toda clase de latería, repuestos automotrices, eléctricos y de plomería, etc., no cabía un alfiler más en aquellos aviones.

Esta epopeya tuvo su lado positivo y empezó en el verano de 1948 cuando el piloto estadounidense de un C-47, el capitán Gail Halvorsen, le hacía mucha gracia que los niños berlineses lo saludaran efusivamente antes de aterrizar.

Los pequeños se encontraban a unos 20 metros de donde iniciaba la pista de aterrizaje junto a una valla metálica que circundaba al aeropuerto, y cierta mañana antes de aterrizar, se le ocurrió arrojar por la ventanilla pequeños paquetes de goma de mascar (chicles, como decimos en México). Al llegar nuevamente en su vuelo de la tarde repitió la operación con caramelos, y así lo estuvo haciendo durante casi una semana.

No tardó mucho la prensa estadounidense en dar cuenta del evento, bautizando a Gail Halvorsen como el “CANDY BOMBER” (“el bombardero de golosinas”). En muchísimas escuelas primarias de Estados Unidos se organizaron para comprar dulces, ponerles un pequeño paracaídas y enviarlos al CANDY BOMBER para que los arrojara sobre los niños berlineses.

Así se fueron sumando otros pilotos y al terminar el puente aéreo a Berlín el 12 de mayo de 1949, se habían arrojado 23 toneladas de golosinas sobre Berlín, habiendo participado sólo 25 aviones estadounidenses. Una acción magnánima digna de honor y aprecio.

¿Quieres saber de las virtudes que hemos comentado? Aquí las tienes

 

Humildad

Perseverancia

 Constancia

Sencillez

Ahorro

Honestidad

Pudor

Lealtad

Fidelidad

Honradez

Sobriedad

Fortaleza

Amor

Orden

Templanza

Justicia

Prudencia

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