Francisco: dignidad humana, eje de los derechos

«Para la Santa Sede hablar de derechos humanos significa, ante todo, proponer la centralidad de la dignidad de la persona, […] comprender que todo ser humano, independientemente de su condición física, espiritual o social, merece respeto y consideración», dijo el Papa Francisco ante el Cuerpo Diplomático.

Incluso, señaló que, «desde una perspectiva cristiana, hay una significativa relación entre el mensaje evangélico y el reconocimiento de los derechos humanos, según el espíritu de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos».

En el tradicional encuentro con el Cuerpo Diplomático ante la Santa Sede para el intercambio ce felicitaciones de comienzos de año, el Papa Francisco hizo hincapié en los derechos inalienables de la persona humana.

En su denso discurso, el Obispo de Roma se refirió a los desafíos y esperanzas que interesan a la familia humana, recordó sus Viajes Apostólicos en 2017 y, con el telón de fondo del centenario del final de la Primera Guerra Mundial, en 2018, quiso dedicar el encuentro a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el 70 aniversario de su aprobación por parte de Naciones Unidas, que tuvo lugar el 10 de diciembre de 1948.

Llama al diálogo para resolver conflictos

En lo que en varias ocasiones ha calificado como tercera guerra mundial a trozos, el Papa Francisco recordó Ucrania, la península coreana, Siria, Irak, Yemen, Afganistán, las recientes tensiones entre israelíes y palestinos, el statu quo de Jerusalén, el Continente africano.

Y no dejó de recordar a Venezuela «que está atravesando una crisis política y humanitaria cada vez más dramática y sin precedentes».

Invitó a impulsar el diálogo y la negociación para superar y resolver los conflictos y diferencias que aquejan al mundo.

La familia: elemento natural y fundamental de la sociedad

Después de recordar las zonas afectadas por la guerra con la inevitable consecuencia de la pérdida de seres queridos, el Papa Francisco dedicó un recuerdo especial a las familias y al derecho que tienen a la protección por parte de la sociedad y del Estado, como lo señala el artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Lamentó, sin embargo, que la familia, especialmente en Occidente, sea considerada una institución superada y, en su lugar, se prefieran vínculos fugaces; y advirtió que «una casa construida sobre la arena de los vínculos frágiles e inconstantes no se mantiene en pie».

Más bien –añadió–, se necesita la roca para establecer cimientos sólidos. Y la roca es precisamente esa comunión de amor, fiel e indisoluble, que une al hombre y a la mujer; una comunión que tiene una belleza austera y sencilla, un carácter sagrado e inviolable y una función natural en el orden social.

«Considero por eso urgente –puntualizó el Papa– que se lleven a cabo políticas concretas que ayuden a las familias, de las que por otra parte depende el futuro y el desarrollo de los Estados. Sin ellas, de hecho, no se pueden construir sociedades que sean capaces de hacer frente a los desafíos del futuro».

No se respeta el derecho a la libertad religiosa

El Papa llamó también la atención sobre el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, que incluye la libertad de cambiar de religión. «Se sabe por desgracia –afirmó– que el derecho a la libertad religiosa, a menudo, no se respeta y la religión con frecuencia se convierte en un motivo para justificar ideológicamente nuevas formas de extremismo o un pretexto para la exclusión social, e incluso para la persecución en diversas formas de los creyentes».

La condición para construir sociedades inclusivas está en una comprensión integral de la persona humana, que se siente verdaderamente acogida cuando se le reconocen y aceptan todas las dimensiones que conforman su identidad, incluida la religiosa, subrayó.

Y, finalmente, el Papa refrendó el derecho de las personas a la migración, el derecho al trabajo y, sobre todo, recordó que, el reclamo a los derechos de todo ser humano debe tener en cuenta que cada uno es parte de un cuerpo más grande. Y entre los deberes particularmente urgentes en la actualidad se encuentra el cuidado de nuestra Tierra.

Con información de Vatican News

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