Una “renta básica universal” cuesta más de lo que piensas

José Niño
«Cortesía de la Biblioteca Ludwig von Mises»

Según algunos informes de medios de comunicación, la fiesta de la Renta Básica Universal (RBU) en Finlandia está llegando a su fin.

Pero el profesor Olli Kangas, jefe del equipo de investigación en la agencia de seguridad social finlandesa, afirma que el experimento “está desarrollándose de acuerdo con el plan y continuará hasta que acabe 2018”. Sin embargo, no hay planes concretos para expandir el programa después de esto.

Finlandia ganó notoriedad en 2017 cuando lanzó un plan de RBU por el que el gobierno entregaba mensualmente estipendios de 560 euros a 2,000 ciudadanos desempleados elegidos al azar sin ninguna condición.

Aunque este programa tiene previsto expirar a finales de 2018, es sólo cosa de tiempo que otros países repliquen el modelo de Finlandia.

En Estados Unidos, la ciudad californiana de Stockton, que declaró su quiebra en 2012, ya está lanzando su propia prueba de renta básica, a pesar de los riesgos fiscales.

Aunque debería promoverse la experimentación política, no merece la pena realizar pruebas de RBU, no digamos expandirlas. Además de estimular la dependencia y aumentar las cargas fiscales, las RBU acaban reduciendo la capacidad del sector privado para acumular más capital y aumentar la productividad del trabajador (las formas más fiables de reducir la pobreza).

Una idea no tan revolucionaria con resultados cuestionables

La RBU no es exactamente una idea novedosa, que ha generado un amplio apoyo de intelectuales de todo tipo a lo largo de los años. Incluso economistas de libre mercado como Milton Friedman argumentaban a favor de la RBU, afirmando que serían menos costosas de implantar y mantener que la tradicional burocracia social.

Desde finales de la década de 1960 hasta la de 1970, se implantaron programas similares en Estados Unidos. Se les llamaron programas de impuesto negativo de la renta, en los que los trabajadores que ganaban por debajo de cierto umbral recibían pagos del gobierno en lugar de pagar impuestos al gobierno. Aunque distintos de sus primos de la RBU, siguen generando conclusiones interesantes  sobre los efectos de los modelos de renta básica.

En el estudio “The Work Response to a Guaranteed Income: A Survey of Experimental Evidence”, el economista Gary Burtless concluía que “los planes del impuesto negativo de la renta testados en los experimentos se esperaba que redujeran el esfuerzo laboral entre los participantes y así fue”. Adicionalmente, “A Comparison of the Labor Supply Findings from the Four Negative Income Tax Experiments” demostraba una tendencia constante de los trabajadores reduciendo la oferta de mano de obra cuando reciben prestaciones del impuesto negativo de la renta.

Aunque estas tendencias del empleo parezcan problemáticas, hay en juego algo mucho mayor cuando se trata de RBU. Cualquier discusión seria sobre crecimiento económico empieza y termina con el aumento de la productividad del trabajador. Las RBU son completamente perjudiciales en este sentido.

Bajo circunstancias normales, en un mercado no intervenido, las empresas están constantemente buscando aumentar la productividad del trabajador, que beneficia a las personas que van realmente a trabajar. Sin embargo, los costes de una RBU requieren privar a los empleadores de los recursos necesarios para aumentar la acumulación de capital y aumentar así la productividad del trabajador. Como consecuencia, los trabajadores potenciales que reciben ayuda pública se benefician a costa de otros trabajadores reales que pierden oportunidades de hacerse más productivos. Esos trabajadores reciben por tanto salarios más bajos de los que tendrían en ausencia de la RBU, Esta absorción de riqueza hace a la sociedad más pobre en su conjunto.

A pesar de la calificación como revolucionaria, los impuestos negativos de la renta y otras propuestas de impuesto básico de la renta parecen funcionar igual que las tradicionales medidas sociales que perjudican la acumulación de capital y desvían la riqueza lejos de los sectores productivos de la economía.

Otro programa público permanente

Dado el amplio ámbito de las RBU, sólo trasladan incentivos del trabajo productivo para ganarse la vida a políticas para sostener una vida. Aunque empiecen con mínimos estipendios, ¿qué puede impedir que los beneficiarios pidan sumas más generosas? Los políticos tendrían que aumentar todavía más los impuestos punitivos.

Paradójicamente, Milton Friedman entedía que no hay nada tan permanente como un programa público temporal. Una RBU no funcionaría de manera distinta de los medios actuales que testean el paradigma del estado del bienestar y solo aumentaría los hinchados déficits, desviando recursos de los sectores productivos de la sociedad.

Lo que se ve y lo que no se ve

Ningún análisis de las políticas de transferencia de bienestar está completo sin las ideas visionarias del economista francés Frédéric Bastiat. A menudo olvidado en las discusiones políticas, el concepto de “lo que se ve y lo que no se ve” demuestra cómo políticas como la RBU no pueden ser juzgadas solo por sus efectos inmediatos y aparentes.

Cuando se implanta una política de transferencias como la RBU, lo que se ve es la transferencia de dinero de un sector de la economía a sectores más humildes. Sin embargo, lo que no se ve es el dinero que pierden los sectores productivos de la economía. Bajo circunstancias normales, este mismo dinero se había asignado en otro caso a la expansión de los negocios y otras aventuras empresariales que aumentarían la producción y las rentas de los trabajadores.

La iniciativa privada sigue siendo el mejor programa contra la pobreza

Si Finlandia quisiera acabar con la pobreza, debería acudir a políticas que mejoren la libertad económica.

Un país como Finlandia ya está clasificado como uno de los más libres del mundo, colocándose en los puestos 26º y 17º del índice de libertad económica de la Fundación Heritage y de libertad económica del mundo del Instituto Fraser, respectivamente.

Los legisladores en Finlandia y en todo el planeta deberían trabajar incansablemente para aumentar las clasificaciones de libertad económica de sus países y para conseguir todos los beneficios de los mercados. Rebajar impuestos, reducir barreras a la creación de empresas y facilitar la libertad laboral desempeñan todos un papel integral en estimular el crecimiento económico.

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El artículo original se encuentra aquí.
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