Los Ángeles Custodios

Los ángeles no tienen nombre. Si alguien te dice: “Descubre el nombre de tu ángel” esa persona es de la corriente de la Nueva Era. Los ángeles se conocen por su especie. Así como no necesitamos el nombre para conocer a nuestra mamá, así se conocen los ángeles unos a otros. Si ponemos nombre a los tres Arcángeles es porque nosotros los necesitamos para invocarlos.

Desde el principio, el universo creado por Dios tuvo una unidad admirable. Hay un todo armonioso que nace del Amor de Dios. Los Ángeles son las criaturas más perfectas de la creación. La Iglesia ha definido dogma de fe la existencia de los Ángeles. Dios es el creador de todas las cosas, las visibles y las invisibles. (IV Concilio de Letrán, 1215).

Cuando una persona es concebida –otros afirman que cuando es bautizada (no hay certeza en esto)-, Dios le regala un Ángel Custodio — o Ángel de la guarda— para que le acompañe por ese camino arduo que llamamos vida, con una tarea precisa: enseñarnos el camino, cuando nos hemos perdido; ofrecer un apoyo, cuando estamos resbalando; darnos una mano para levantarnos. Sabemos muy poco sobre los ángeles, pero sí sabemos que dan más gloria a Dios que los seres humanos.

El trato con el Ángel Custodio en el orden sensible es menos experimentable que el de un amigo de la tierra, pero su eficacia es mucho mayor. Sus consejos vienen de Dios y penetran más hondo que la voz humana. Se pueden aplicar a cada Ángel Custodio los oficios que Dios enumera, cuando dice a Moisés: Yo mandaré un Ángel ante ti para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto (Éxodo 23,20).

Pío XII dice: Los ángeles están muy activos. “Haced más real en nosotros ese mundo invisible, pues las cosas que se ven duran sólo un momento, como dice San Pablo. Pero las cosas que no se ven son eternas. Los ángeles os miran como amigos, como a familiares… Están llenos de solicitud por vuestra salvación y vuestra santidad. Dios os concederá que paséis una eternidad con ellos. Así es que hay que conocerlos ya desde ahora” (en Pío XII, el papa-rey, Robert Serrou, Palabra, Madrid 1996, p. 400).

Esta asignación personal de un Ángel Custodio es una manifestación de la providencia especial que tiene Dios con nosotros. San Jerónimo dice: “¡Cuan grande es la dignidad del hombre, que desde el día de su nacimiento tiene asignado un Ángel que lo proteja!”. En esta lucha del hombre, Dios no lo ha querido solo, porque de otro modo la lucha habría sido desigual, ha puesto un Ángel de la Guarda, un Ángel siempre preparado para intervenir en cualquier momento que es requerido. Muchas veces los Ángeles custodios están obligados a la pasividad por la incredulidad de los hombres.

La Nueva Era da una versión distinta de la católica de lo que son los Ángeles y Arcángeles. Con los ángeles no se juega porque hay ángeles buenos y ángeles malos. Si alguien nos dice que nos va a decir el nombre de nuestro ángel, no hay que hacer caso porque nos puede dar el nombre de un ángel caído -de un demonio-, para que lo invoquemos. Es distinto que nosotros le pongamos un nombre a nuestro Ángel custodio para ayudarnos a tratarlo. También es muy de la Nueva Era decir que el ángel nos va a revelar secretos. Dios lo puso a nuestro lado para ayudarnos a quitar los obstáculos que impiden nuestra salvación, si libremente lo queremos así, no para revelarnos nada secreto.

Los ángeles son espíritus puros, son seres personales de naturaleza invisible creador por Dios, inteligentes, que colaboran como mensajeros en el ejercicio de la Providencia en la Historia de la Salvación. San Gregorio Magno escribe que “casi todas las páginas de los libros sagrados testifican que existen los ángeles y arcángeles” (Homilía 34 in Evang. 7: PL 76, 1249).

Los ángeles se representan en la pintura y en la escultura en forma de hombre o de niño, con alas en su espalda y con una aureola en su cabeza; pero se trata únicamente de algo simbólico que no corresponde a la realidad, pues los ángeles no tienen cuerpo.

Los ángeles fueron sometidos a una prueba y algunos no la pasaron: son los demonios. Si todo pecado comienza por la soberbia (Ecle 10, 12s), también su pecado comenzó por allí. Satanás, deslumbrado por su propia gloria, olvidó que dependía de Dios y negó esa dependencia. Se negó a reconocer la supremacía de Dios. San Atanasio también advierte que la soberbia fue lo que precipitó al demonio y a los ángeles caídos al abismo. Ahora tienen envidia de los seres humanos pues Dios nos destinó a ocupar los puestos que ellos perdieron en el cielo.

Los ángeles no pueden entrar en el interior de la conciencia, no tienen acceso a lo que el hombre piensa y desea; pueden conocerlo sólo si se lo manifestamos o si Dios se lo revela. Aquí se encuentra otro motivo para tratar al Ángel Custodio: hablar con él, decirle lo que nos pasa y lo que queremos, para que lo conozca y nos ayude. Ciertamente, con su inteligencia agudísima, basándose en signos —reacciones y actitudes, palabras o gestos— pueden llegara conocer nuestras intenciones y proyectos, o nuestras necesidades, y así alcanza a saber lo que nos conviene; pero habitualmente recibirá más ayuda del propio Custodio quien más le trate.

Viendo el demonio bajar a la tierra para perseguir “a los que guardan los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesús” (Ps. CXXXVII, 1), los ángeles buenos descienden también, para defendernos. San Josemaría Escrivá dijo: “acude a tu Custodio a la horade la prueba, y te amparará contra el demonio y te traerá santas inspiraciones” (Camino, n. 567). También aconsejaba darles gracias porque velan al Señor Sacramentado perpetuamente.

¿Cómo intervienen los ángeles en los hogares, en las escuelas, en las fábricas, en los cines, en los parlamentos, en la carretera? Santo Tomás –el Doctor Angélico- encuentra la respuesta a esas cuestiones en la naturaleza misma de los ángeles. Conocen mejor que nosotros el mundo material y sus leyes. Ejercen sobre este mundo material un imperio misterioso. A San Pablo lo pica una víbora en la isla de Malta, probablemente fue una acción del ángel sobre la víbora (Hechos 28). El poder de los ángeles sobre el mundo animal es mayor que el de los domadores de leones y encantadores de serpientes.

La ayuda del Ángel puede contribuir enormemente a la eficacia del trabajo, de la oración y del apostolado: es un gran aliado para vivir la coherencia de vida. Por naturaleza está habilitado para el combate (hasta los visten de soldados romanos).

Nadie en el mundo se preocupa tanto por nosotros como el Ángel Guardián. Nadie es tan leal, paciente, cariñoso y lleno de celo por nuestra salvación como él; él ha sido señalado por Dios para llevarnos al Cielo. Aunque pequemos y lo olvidemos, él está siempre presente, observándonos y protegiéndonos.

Nuestro ángel custodio se convierte en una ayuda valiosísima, pues además de las oraciones que le dirigimos, podemos entablar un diálogo frecuente, que se traduce en peticiones concretas y sencillas, a título de ejemplo: nos inspire para acudir con mejores disposiciones a la Eucaristía, a la Confesión y a nuestra oración personal. Antes de salir de casa hay que pedirle que nos acompañe. Dice María Simma: Un ánima del Purgatorio me dijo que si todos invocaran la protección de las ánimas del Purgatorio y del ángel custodio y usaran, además, regularmente el agua bendita antes de ponerse al volante, el 80% de los accidentes automovilísticos no sucederían. (cfr. ¡Ayúdenos a salir de aquí!, p. 63).

Nadie en el mundo se preocupa tanto por nosotros como el Ángel Guardián. Nadie es tan leal, paciente, cariñoso y lleno de celo por nuestra salvación como él; él ha sido señalado por Dios para llevarnos al Cielo. Aunque pequemos y lo olvidemos, él está siempre presente, observándonos y protegiéndonos.

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Rebeca Reynaud

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