Mortandad de empresas en la po­st pandemia

Aunque no se puede pronosticar con precisión cuándo regresaremos a una situación que podríamos llamar “la post pandemia”, sí vale la pena ir analizando las situaciones, los escenarios de esa condición… que no son nada agradables.

En lo que se refiere a las empresas, ya está ocurriendo una destrucción significativa de las compañías más débiles, que no siempre son las más pequeñas. De hecho, hay empresas mayores que están entrando en grandes dificultades y su supervivencia no está para nada garantizada. Y esta destrucción será mayor en la medida que tardemos en regresar a lo que algunos han llamado “la nueva normalidad”.

Porque, efectivamente, si alguno cree que vamos a regresar a la misma situación que teníamos en la segunda década de este siglo, claramente está siendo un iluso.

Y es que la destrucción de una parte importante del sistema económico no va a tener una solución fácil, ya que la gran cantidad de desempleados, además de la destrucción de empresas y de sus cadenas de abastecimiento, hará que la recuperación no pueda ser tan rápida.

Queda claro que es mayor la destrucción de empresas pequeñas, ya que las empresas mayores están absorbiendo una buena parte de los mercados que atendían las pequeñas empresas, y en alguna medida a una parte de su personal.

Pero las empresas grandes no están empleando la misma cantidad de personas que trabajaban en las empresas menores, y esto debido a varios motivos:

* En principio, las empresas mayores están mucho más automatizadas que las empresas pequeñas.

* Las empresas grandes absorberán personal obrero y otro personal de bajo nivel, pero los empleados administrativos de medio y alto nivel que trabajaban en la pequeña empresa no serán recontratado.

* En términos generales, los gastos fijos de las empresas mayores se mantendrán prácticamente iguales al absorber a las empresas fallidas, porque el personal que ocupaba puestos de supervisión, gerencia media, y de mayor nivel que queden desempleados al desaparecer las empresas pequeñas y medianas, no serán requeridos. Tristemente, también se trata del personal mejor capacitado, el cual quedará en el desempleo.

Por otro lado, las familias que logren mantener su ingreso tendrán que apoyar a sus familiares que queden desempleados, con lo cual su gasto discrecional se reducirá. En consecuencia, el consumo disminuirá y, por consiguiente, se reducirá el movimiento económico, generando de esta manera un círculo vicioso de desempleo.

Por supuesto, quienes produzcan bienes básicos, podrán recuperar la mayor parte de sus ingresos, pero aquellos que produzcan bienes que no sean de primera necesidad, encontrarán difícil mantener ingresos comparados con los de los años 2017 o 2018… que no eran para presumir, pero que ahora se ven con nostalgia.

En consecuencia, los empresarios tendrán que aceptar que su retorno sobre la inversión será más lento que los niveles a los que estaban acostumbrados. Si antes recuperaban sus inversiones en 6 a 8 años, ahora tendrán que esperar más tiempo. Claro, eso en los países desarrollados. En cambo, en México los inversionistas esperaban recuperar su inversión en cuatro años, para compensar un nivel de riesgo mayor.

No es un tema de neoliberalismo ni de populismo. Se trata de una situación totalmente inédita, que ataca a los fundamentos de los sistemas económicos y para la cual, en mi opinión, el Estado no tiene la solución.

¿Habrá alguna solución diferente a la intervención de los gobiernos en las economías? Yo creo que sí.

La solución está en cuidar a los empresarios y al personal. Por el lado empresarial, habrá que cumplir con sus impuestos y dar un pago adecuado a sus empleados, cumpliendo con sus prestaciones; por el lado del gobierno, minimizar los costos innecesarios de la formalidad, simplificar el pago de impuestos para que su tramitación sea menos onerosa, eliminar al máximo la corrupción y apoyar a las empresas en riesgo de cerrar, no sólo con prestamos “blandos”, que finalmente deben pagarse.

El apoyo a las empresas debería incluir capacitación y asesoría para evitar que lleguen a situaciones críticas. En resumen, cuidar a las empresas, tanto por parte de los empresarios, como por parte de los trabajadores, sindicatos y gobierno. Por otro lado, evitar que la solución a la productividad sea a través de pagar salarios bajos.

¿Qué esto cuesta? Por supuesto. No es una solución barata y no creo que haya soluciones de bajo costo.

* Le costará al gobierno, que deberá reducir proyectos de relumbrón y tener una justificación económica clara para sus inversiones, en términos de rentabilidad social.

* Nos costará a los contribuyentes, porque el gobierno no tiene ingresos propios, lo cual lo hará un gobierno impopular. Habrá que ver qué gobernante estará dispuesto a pagar el precio de ser impopular para mejorar la situación de sus gobernados.

* Le costará a las empresas, en términos de aceptar un retorno más lento de sus inversiones y en la austeridad de su administración, privilegiando la reinversión para mantener competitivas sus empresas.

* Las familias tendrán que apoyar a sus familiares desempleados y también ellas tendrán que vivir con austeridad.

* Y, muy probablemente, se requerirá de la sociedad un mayor grado de filantropía, porque no todo se puede dejar a las familias. Y eso, también cuesta.

En resumen, hay esperanza y mucha. No barata, no rápida, pero sólida. Si se maneja bien, a largo plazo podríamos dar finalmente el salto a ser un país desarrollado.

¿Tendremos paciencia, constancia, generosidad? Yo espero que sí.
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Antonio Maza Pereda

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