¿Se ha acabado la crisis del euro?

Philipp Bagus
«Cortesía de la Biblioteca Ludwig von Mises»

En 2017, por primera vez, todos los países de la Eurozona tuvieron un déficit público por debajo del 3% del PIB, cumpliendo así el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. ¿Significa esto que la crisis del euro ha terminado oficialmente? ¿Se han equivocado los pesimistas? ¿Pueden los gobiernos redoblar el gasto público mientras se regocijan?

Hay varias razones por las que la crisis del euro está lejos de haber terminado y las finanzas públicas siguen siendo insostenibles.

Primero, no deberíamos olvidar que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento se ha reforzado con el más estricto Pacto Fiscal Europeo o Tratado de Estabilidad Fiscal firmado por todos los Estados miembros. Alemania ha reclamado este refuerzo a cambio de su apoyo al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE), el fondo permanente europeo de rescate. Como los déficits en el pasado han estado en algunos países europeos cerca del límite del 3% en los buenos tiempos y se dispararon durante la recesión, el nuevo Tratado de Estabilidad Fiscal hace obligatorio un presupuesto (estructuralmente) equilibrado. Un déficit del 0.5% (del 1% si la deuda pública está por debajo del 60% del PIB) sigue siendo considerado un presupuesto equilibrado. Sólo en una recesión se permite que el déficit aumente hasta el 3% del PIB. Aun así, ésta es una excepción y debe compensarse con superávits presupuestarios en tiempos de bonanza.

Además, el Tratado de Estabilidad Fiscal contiene un “freno de deuda”. Si la deuda pública es mayor del 60% del PIB, debe recortarse cada año un 5% del exceso de deuda. Por ejemplo, si la deuda de un país con respecto a su PIB se encuentra en el 100%, la deuda deberá caer un 2% cada año (5% de 40%).

Déficit público, 2013-2017:

bagus1.PNGFuente: Eurostat, estimaciones en porcentaje de PIB 2017.

Deuda pública, 2016:

bagus2.PNGFuente: Eurostat, en porcentaje de PIB.

Considerando los datos, encontramos que la mayoría de los países incumplen el más estricto Tratado de Estabilidad Fiscal, porque la Eurozona no está en recesión y los países deberían reducir sus cargas de deuda consiguiendo superávits monetarios. Sin embargo, la mayoría de los países siguen teniendo déficits. Por desgracia, las nuevas normas pueden interpretarse de manera laxa. Mientras el país esté “en vías de ajuste”, la corrección en sus finanzas se considera suficiente.

Segundo, el BCE ha rebajado agresivamente las tasas de interés y ha empezado a comprar directamente bonos públicos (a través de “transacciones monetarias directas”) en una abierta violación del tratado de Maastricht. Al mismo tiempo, la economía de la Eurozona está creciendo. Para algunos bonos públicos de corto plazo los rendimientos son negativos. Esta situación es estupenda para los gobiernos, pero es artificial y excepcional. Para evaluar la estabilidad a largo plazo del euro, tenemos que considerar la sostenibilidad de la deuda a largo plazo con tasas “normales” de interés. Si los tasas de interés de la deuda pública aumentaran un 3%, los déficits se dispararían: ver más abajo los déficits públicos para 2017 si las tasas de interés hubieran sido un 3% mayores.

Tercero, en el núcleo de la crisis del euro hay un problema institucional. El euro está mal construido. Varios gobiernos independientes pueden endeudarse a través de un sistema de banca centralizada. Cuando un gobierno tiene un déficit al regalar cosas a sus votantes nacionales, emite bonos públicos. Los bancos pueden comprar estos bonos ofreciéndolos como colateral al BCE para conseguir nuevos préstamos (alternativamente, el BCE puede comprar directamente esos bonos). Con las nuevas reservas del banco central, los bancos pueden expandir el crédito y la oferta monetaria. Los precios tienden a subir, pero no sólo en el país del déficit, sino en toda la Eurozona. De este modo, los costos de los déficits públicos se externalizan parcialmente en los ciudadanos de otros países de la Eurozona. Los gobiernos pueden distribuir regalos y los extranjeros pagar parte de la factura en forma de un menor poder adquisitivo del euro. La situación se asemeja a una tragedia de los comunes, porque todos los gobiernos de la Eurozona tienen el incentivo para usar el mecanismo para beneficiarse a costa de otros. Además, un gobierno se beneficia más de este mecanismo de redistribución si tiene un déficit mayor que el resto. Además, los precios pueden crecer más rápido que el gasto público nominal. Estos incentivos perversos son explosivos y condenan a la destrucción a la moneda común, si no se controlar de alguna manera los déficits.

¿Cuáles son las soluciones para el problema de la construcción del euro?

Una solución para hacer viable al euro a largo plazo sería limitar estrictamente el gasto y los déficits públicos, limitando así los comunes. El Pacto de Estabilidad y Crecimiento no lo ha conseguido con más de 110 incumplimientos por parte de Estados miembros hasta hoy. Al Tratado de Estabilidad Fiscal no le ha ido mucho mejor, considerando las tasas negativas de interés y la expansión económica. De hecho, el gasto público no sólo no se ha reducido desde su nivel de burbuja de 2007, sino que se ha incrementado en la práctica en la mayoría de los países. Eso significa que el déficit no ha disminuido porque los gobiernos hayan recortado sus gastos, sino principalmente debido a menores pagos de intereses sobre deuda pública y a la expansión económica artificial estimulada por la política monetaria.

Cambio en gasto público 2007-2016:

bagus4.PNGFuente: Eurostat, cálculo propio, en porcentaje.

Otra solución para el problema de la construcción del euro es instalar una unión de transferencia y finalmente un Estado Europeo que gestione los presupuestos nacionales y transfiera la riqueza de los gobiernos más ahorradores a los más pródigos. Durante los últimos años hemos visto pasos importantes en esa dirección con el MEE, la unión bancaria y la compra directa de bonos públicos por parte del BCE. La “hoja de ruta” de la Comisión para la profundización en la Unión Económica y Monetaria prevé más medidas. La MEE de los 500,000 millones de euros se convertiría en un Fondo Monetario Europeo (FME) para mitigar sacudidas asimétricas, lo que implica que los costos de las malas políticas puedan externalizarse en otros Estados miembros. También se piensa en el FME para rescatar bancos, lo que implica compartir riesgos y crear riesgo moral. La Comisión quiere un ministro europeo de economía y finanzas. Toda esta redistribución de riqueza y riesgo recompensa la inacción y los fracasos pasados, promueve el riesgo moral e implica más gasto público.

Una solución definitiva para el problema del euro sería permitir la ruptura de la Eurozona. El desarrollo de un procedimiento ordenado de salida con la posibilidad de permanecer dentro de la UE reduciría los costos de salida, aumentaría la probabilidad de salida y por tanto disciplinaría a los gobiernos.

Queda por saber cuál de estas tres vías se seguirá y esto podría decidirse finalmente durante la próxima recesión.

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El artículo original se encuentra aquí.

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