¿Qué es la unidad de vida?

Recuerdo aquel inolvidable sismo del jueves 19 de septiembre de 1985 en que la CDMX resultó seriamente afectada porque muchas edificaciones se colapsaron. Es decir, las estructuras no resistieron la magnitud de aquel terremoto de 8.1, se fracturaron y muchos edificios se vinieron abajo.

A mí me sorprendió en un octavo piso de la colonia Polanco, los cimientos crujían y algunos cristales se rompieron. Pero, por fortuna, no pasó a mayores. Mi oficina de prensa se encontraba en la calle Viena, en la Zona Rosa. Hacia el mediodía, la dueña del inmueble me llamó para decirme que por favor sacáramos objetos de valor como la fotocopiadora, archiveros, máquinas de escribir ya que se había caído toda una pared lateral y probablemente sería saqueada en poco tiempo. A primera hora de la tarde fui a recoger esos instrumentos de trabajo y en las edificaciones de alrededor el espectáculo era dantesco.

Recorrí algunas cuadras y me encontré a la actriz María Félix llorando desconsoladamente, dentro de un convertible blanco, porque su edificio se había aplastado “como un acordeón”. Y así muchos otros en algunas colonias circundantes, como la Roma, la Condesa, la Cuauhtémoc, etc.

En cambio, otros edificios soportaron el embate del temblor y prácticamente no sufrieron daños.

Pensaba que éste es un buen ejemplo para explicar la unidad de vida. Me refiero a que para conseguir la plena madurez de la personalidad humana se requiere ser coherente o congruente con los propios principios o metas de vida. En todos los ámbitos: en la vida familiar, en el trabajo, en las relaciones sociales, etc.

Dan pena esas personas que en una iglesia o con su familia se comportan de una manera y, con sus amigos, al calor de las copas, realizan actos de los que luego se arrepienten, o bien, en el medio laboral a sus subalternos los tratan mal, les retrasan su salario o no viven la justicia social.

Este importante valor nos habla de que mujeres y hombres –sean adolescentes o mayores–, se encuentren solos o acompañados, mantengan sus principios vitales y tengan la valentía de decirles a quienes los pretenden arrastrar por otros equivocados caminos: “Esto que me proponen no va de acuerdo con mis convicciones”. Es decir, sin importar en absoluto el qué dirán ni los respetos humanos.

Un ejemplo concreto es la fidelidad conyugal. Es relativamente fácil ser infiel sin que la esposa –de momento– se entere, pero todo en esta vida se acaba sabiendo. Se trata de perseverar en el amor a la mujer a la que un día se prometió entregar la vida entera y a los hijos que se han procreado.

En otro sector no menos importante, en el trabajo profesional se debe de vivir la honradez, la eficacia, el realizar el quehacer profesional bien hecho, con sentido profesional, sin presentarlo defectuoso o de manera tramposa porque tarde o temprano el jefe se enterará y no vendrán las esperadas promociones dentro del mismo trabajo, los aumentos de sueldo, etc.

En cambio, cuando alguien tiene prestigio profesional se le suele invitar a laborar en otros trabajos mejor remunerados, incluso en corporativos de empresas multinacionales.

Algo semejante ocurre en las relaciones sociales con ocasión de amistad o del trato con colegas de la empresa. En la milicia se suele escuchar un dicho para referirse a una persona congruente, con principios bien determinados, y que no se dejan llevar ante el ofrecimiento de actos de corrupción, y se suele decir: “Este es un hombre de una sola pieza”.

Dicho en otras palabras, que no se “quiebran” ante “cañonazos de $50,000 pesos”, como en los años veinte solía decir el General Álvaro Obregón.

A este tipo de personas “de una sola pieza” se le suelen confiar puestos de alta responsabilidad, en los que se deposita información confidencial y se requiere que sean personas probadas, con criterio y prudentes.

Me vienen a la mente personalidades del mundo de las Letras que resistieron los embates del marxismo-leninismo, como: Aleksandr Solzhenitsyn, quien por sus ideas contrarias al totalitarismo comunista fue enviado por varios años a una temida cárcel en Siberia. Sufrió toda clase de privaciones: frío, malos tratos, poquísima alimentación y todo tipo de vejaciones, pero al final permaneció fiel a sus principios y en 1970 se le concedió el Premio Nobel de Literatura, después de enviar sus obras a través de amigos comunes y, una vez publicadas, fueron aclamadas por la crítica mundial en los países occidentales.

Otro caso muy conocido es el del escritor cubano Armando Valladares, quien por su oposición al régimen de Fidel Castro pasó 22 años en prisión. Entre sus obras más conocidas, se encuentra: “Contra toda Esperanza”, en la que nos muestra a un intelectual decidido a no ceder en sus convicciones, aunque pasara el resto de sus días en prisión.

La pregunta final es, ¿de dónde han sacado fuerza moral estas celebridades? De sus principios sólidos y firmemente arraigados, porque el amor a la verdad –en estos casos– ha sido más poderoso que las amenazas de muerte.
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Raúl Espinoza Aguilera

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