Por qué el gran gobierno, los grandes bancos y las grandes tecnológicas odian el efectivo

Brendan Brown
«Cortesía de la Biblioteca Ludwig von Mises»

El gran gobierno, los grandes bancos y las grandes tecnológicas están todos ahora en el mismo bando en la guerra contra el efectivo. El gobierno: todos lo sabemos ya. Los grandes bancos: no quieren ver que los usuarios de efectivo en transacciones al detalle (para bienes y servicios) obtengan precios mejores que los usuarios de sus sistemas de pago electrónico. Usan su poder de oligopolio para eliminar en la medida de lo posible cualquiera diferencial que aparezca (como pasaría en un mercado libre) y así expandir el mercado para su alternativa de plástico. Grandes tecnológicas: Amazon sufriría una hemorragia si sus actuales clientes pudieran obtener descuentos sustanciales pagando en efectivo en el centro comercial en lugar de pagar con tarjetas en línea. Y los anunciantes en Facebook y Google indudablemente recortarían sus apariciones en estas plataformas si ya no tuvieran la misma posibilidad de conseguir una gratificación instantánea, ya que muchos espectadores pospondrían cualquier respuesta hasta hacer su siguiente desplazamiento con efectivo al mercado físico.

Interés común no siempre significa ayuda mutua, pero podemos descifrar esta en el caso de la guerra control efectivo. El gran gobierno se da cuenta de que sus intentos de limitar el uso del efectivo solo pueden tener éxito si las alternativas (pagos con tarjeta y en particular su uso en línea) son muy atractivas. Eso depende de las grandes tecnológicas y los grandes bancos (siendo estos últimos los suministradores de las tarjetas de pago más usadas). Para la cooperación entre las grandes tecnológicas y los grandes bancos, pensad en Amazon uniéndose a JP Morgan Chase (y Berkshire Hathaway) en el suministro de atención sanitaria. ¿Tenemos que creer que, como parte de un acuerdo más amplio, Amazon no trataría de obtener buenas condiciones para las tarifas comerciales pagadas por el proveedor de tarjetas de JPM y no lucharía porque esto se convirtiera en un estándar para otros proveedores de tarjetas en su interacción con su plataforma? Y, quién sabe, las grandes tecnologías, con su uso de Big Data para expandir los ingresos de publicidad, indudablemente pueden encontrar nuevas maneras de explotar los datos privados acerca de las transacciones de pagos de clientes incluso sin sus nombres individuales.

Nos podemos hacer una idea de los intereses comunes de los Tres Grandes en la guerra contra el efectivo preguntándonos cómo cambiaría el paisaje económico y financiero si esta guerra acabara en derrota.

Si el mundo se convirtiera en pro-efectivo

En concreto, un billete de 300$ o incluso de 400$ podría convertirse en el principal medio de pago: como el soberano en la Gran Bretaña anterior a 1914, que al precio actual del oro serían unos 330$. Los usuarios de efectivo en las transacciones al por menor obtendrían un precio sustancialmente mejor que los usuarios de tarjetas (de crédito o de débito), de acuerdo con el menor coste del comerciante que maneja el efectivo, frente a la tarifa de las empresas de tarjetas (que pagan una enorme infraestructura de pagos electrónicos, incluyendo sistemas contra el fraude y un margen de beneficio adicional) y los costes relacionados con el fraude.

Los negocios en línea y la publicidad en Google y Facebook habrían disminuido sustancialmente. Los grandes bancos tendrían muchos menos ingresos por sus tarjetas y también habrían perdido negocio, en la medida en que un factor en la porción creciente de mercado de los grandes bancos han sido las personas que buscan obtener sus servicios de tarjetas.

Los gobiernos se preocuparían por la pérdida de ingresos debido a una economía extendida del efectivo, pero las cifras reales puede que no muestren esto, especialmente si se tiene en cuenta el mayor señoraje en la emisión de billetes y una demanda activa de billetes como refugio seguro. Y con los bancos teniendo que mantener más efectivo para atender retiradas netas inesperadas junto a una fuerte demanda de efectivo de los comercios, la base monetaria se habría convertido de nuevo en un pivote potencial para un sistema de moneda fuerte dirigido por reglas automáticas, lo que significaría el fin de la manipulación del tipo de interés del banco central.

Es solo un esquema, pero basta para mostrar quiénes serían los principales perdedores en la economía del sector privado tras la paz en la Guerra contra el Efectivo: los grandes bancos y las grandes tecnológicas. Su impopularidad, ahora aumentando rápidamente en el caso de las grandes tecnológicas, es una fuente de esperanza para los que se oponen a la guerra contra el efectivo. Los cargos electos del gran gobierno, dándose cuenta del desagrado del público, podrían aprovechar la tranquilidad en el frente del efectivo y atacar en su lugar a sus aliados. Problema: los grandes bancos y las grandes tecnológicas tienen tentáculos que se extienden muy dentro del gran gobierno. Y las grandes tecnológicas tienen la capacidad de engañar e incluso manipular a su público.

El papel de los bancos centrales, los rescates y el corporativismo

Aun así, no deberíamos infravalorar el grado en que la inflación monetaria ha contribuido a la formación de la Triple Alianza contra el efectivo. Por la misma razón, el paso eventual de la actual inflación virulenta de activos a su fase final de crash y recesión debería llevar a su desarrollo. Los imperios de las grandes tecnológicas, con todas sus perspectivas de beneficios monopolísticos reales o potenciales subvencionados por el gobierno han sido objeto de explicaciones especulativas que han florecido en una inflación de activos caracterizada por la desesperación en busca de rendimientos y la disposición de los inversores a dejar a un lado un escepticismo racional normal.

Los cuentos incluyen un CEO Rey Midas que convertirá en oro toda área de negocio que elija y que puede por tanto atraer capital con un coste tan bajo que su empresa puede permitirse entretanto ganar porción de mercado ofreciendo condiciones fantásticas; líderes tecnológicos geniales que por razones similares pueden permitirse contratar a los mejores ingenieros y comprar a cualquier potencial rival nuevo o más pequeño. La falta de prosperidad general a pesar de todo esto lo arruina todo.

Aun así, en muchos casos es un juego de suma negativa. Los anunciantes en Facebook, por ejemplo, descubren que una cantidad sustancialmente mayor de su negocio proviene ahora de su plataforma social y entre todos los anunciantes no hay ganancias agregadas netas, sino más bien pérdidas en forma de un gasto de publicidad más grande que nunca.

Nadie sabe el grado y ubicación de las malas inversiones hasta el final del ciclo. Pero puede asimismo oponerse resistencia social y política (incluyendo el abuso y uso incorrecto de datos privados) mediante inflación de activos. Pero hay un problema: se desarrollan malas inversiones si no se socializan. Las aventuras de compinches apoyadas por rescates pueden permanecer mucho después de que termine el ciclo y, de hecho, durante un largo plazo, salvo que se levanten las fuerzas políticas y las destruyan.

Eso puede ocurrir en la etapa final de este ciclo. Los populistas se pondrán en contra de las grandes tecnológicas y los grandes bancos, los ganadores a través de mucha de la precedente inflación de activos. El fortalecimiento del papel del efectivo (y su potencial como catalizador de una reforma más amplia en dirección al dinero fuerte que vuelva a girar en torno a dinero de alto poder en el sistema monetario) es esencial para ese resultado y su conservación.

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El artículo original se encuentra aquí.

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