Políticamente correctos… correctamente derrotados

En aras de ser políticamente correcta, la única alternativa partidista en México se aleja de la sociedad y se desdibuja, camino a otra derrota… políticamente correcta.

Mientras que el actual régimen avanza en imponer su proyecto ideológico, recomponer alianzas locales e internacionales, el Partido Acción Nacional (PAN) –cuya identidad está basada en el humanismo cristiano–, la única oposición naturalmente alejada del poder, insiste en ahondar los mismos vicios profundizados desde 2009.

En lugar de retomar su identidad, recuperar las mejores prácticas democráticas que lo legitimaron durante décadas y que lo convirtieron en la alternativa al presidencialismo hegemónico, autoritario y corrupto, se aleja de la sociedad y busca cómo negar su propia marca.

Cuando perdieron su oportunidad

Factores clave para que se diera la alternancia en el año 2000 y se resquebrajara el viejo sistema político mexicano, fueron el diagnóstico de la realidad y la apertura a las demandas de la sociedad.

En los primeros años del foxismo, el entonces dirigente nacional del PAN, Luis Felipe Bravo Mena, recorrió el país para llamar a sus correligionarios a asumir con responsabilidad el cuarto ciclo histórico que se estaba iniciando en el país con la alternancia en el poder en el año 2000.

Desmenuzaba los tres periodos históricos de México y advertía al panismo de asumir esa responsabilidad histórica para posicionar al país en una nueva etapa. Les estaba explicando lo que hoy este régimen ha autonombrado e impuesto como «la 4T».

A pesar de contar con todo ese bagaje cultural, los dos presidentes emanados del PAN no supieron, no pudieron o no quisieron (o todo eso junto) profundizar en la transición; y aunado a ello, los cambios internacionales y el reagrupamiento de los poderes fácticos del viejo sistema político mexicano dieron como resultado el retorno de uno de los suyos: Andrés Manuel López Obrador.

La primera gran señal fue una estrepitosa derrota del panismo en las elecciones federales intermedias de 2009 que dieron pie a que se creara una comisión coordinada por José Luis “El coco” Coindreau para que esclareciera las razones de esa derrota.

Fueron meses de trabajo que culminaron con un documento casi confidencial de cientos de páginas (era como el recuento de los pecados de casa) cuyo contenido, a 12 años de distancia es público y notorio, pues no basta más que leer en los medios y en las redes las fundadas críticas de organizaciones ciudadanas y de militantes de ese partido sobre corrupción, compadrazgo, prácticas clientelares, etcétera.

Luego vinieron los escándalos de corrupción de panistas en diversos niveles de gobierno y la respuesta al interior devino en el empoderamiento interno de grupos igualmente cuestionados que en su pragmatismo entregaron posiciones e influencia a quienes históricamente habían sido sus contrarios.

En las alianzas para el 2018 el tema ya era muy claro:

Mientras se forjaba la Coalición por México al Frente, grupos de liberales tejieron su presencia en ese conglomerado para apoyar al ex gobernador Rafael Moreno Valle y al ex Jefe de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera Espinosa.

Ricardo Anaya Cortés abrió las puertas a agrupaciones y personajes históricamente contrarios a los principios y doctrina del Partido Acción Nacional en esos temas. Jorge G. Castañeda, Emilio Álvarez Icaza y su agrupación Ahora, Rubén Aguilar, Ana Lucía Riojas; a Dante Delgado, dirigente nacional de Movimiento Ciudadano, así como al perredismo promotor de esas iniciativas liberales en la capital del país.

Y ahora…

Ahora que desde el corazón del régimen se denuncia una nueva mafia del poder, ilegítima, aislada socialmente, mantenida solamente a base de repartir cientos de millones de pesos y que busca mantener el statu quo… el PAN animosamente se coloca ahí.

Acepta una agenda alejada de su declaración de principios y entusiastamente ayuda a construir una socialdemócrata de la mano de Santiago Creel, Gustavo de Hoyos, Claudio X. González, Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Reforma y otros más.

Se autoubican como izquierda progresista o centro liberal, que buscan diseñar un proyecto de nación sin la derecha, sin el sentir de más de la mitad del país (para algunos) o más de dos terceras partes (para otros). Se van a equivocar, le van a servir de oposición cómoda a López Obrador y al partido oficial, Morena.

Serán los culpables de otros seis años de atraso y destrucción de instituciones, de descomposición del Estado de Derecho y de desaparición o debilitamiento de la planta productiva del país.

Por conveniencia y por ser políticamente correcta, la élite panista ha asumido que ser congruente con sus principios de humanismo cristiano es ser “de derecha” o peor, de “ultraderecha”. y busca alejarse de quienes defienden esos mismos principios. Olvidan que por ello se les dio la confianza para liderar la alternancia en el dos mil.

Largo el trayecto, pero sólo así se entienden los reclamos de decenas de organizaciones ciudadanas de haber ignorado sus demandas el pasado 6 de junio.

Y su reclamo, en el fondo, es la señal de que hay una esperanza en la única alternativa con la cual se identifican, una alternativa cuyos orígenes están fuera del sistema político mexicano y que hoy ningún otro partido puede acreditar.

La sociedad espera una renovación del PAN basada en su identidad, una actualización de sus procedimientos para devolverle el crédito de honestidad y democrático.

Para la sociedad, el 2024 está muy cerca.
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Mochila Política 169
Septiembre 15, 2021, Año 5

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