López Obrador queda atrapado en su laberinto

La inédita exoneración del ex secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos y su regreso a México para ser procesado en libertad exhibe las limitaciones de Andrés Manuel López Obrador como Jefe de Estado por sus vaivenes respecto a las Fuerzas Armadas y su empecinamiento ideológico.

Más allá de que se conozcan o no las auténticas razones y concesiones de su negociación política con el gobierno de Donald Trump para exonerarlo y regresarlo a México, en el fondo el Presidente optó por buscar una salida para devolver credibilidad a las Fuerzas Armadas, uno de los pilares de la estabilidad en el país durante 107 años.

Sólo así se puede interpretar que contra su voluntad haya decidido abrirle una carpeta de investigación en México y aceptar parte del expediente con el que el gobierno norteamericano le fincó responsabilidades y lo mantuvo preso poco más de un mes.

Pero los vaivenes del Presidente López Obrador sobre las Fuerzas Armadas (de las cuales él es su jefe) y sus empecinamientos ideológicos hoy lo tienen atrapado.

Los vaivenes

Hasta hoy el daño ha recaído en un militar de larga trayectoria y reconocimiento que ocupó la más alta responsabilidad, ser titular de la Secretaría de la Defensa Nacional y un desconcierto al interior de las filas castrenses, tanto de activos como de retirados.

La razón es que su fama de buen soldado y su prestigio militar no fueron puestos en duda en ningún momento al grado que el mismo López Obrador ha aceptado que no tenían ninguna investigación sobre el General Cienfuegos, pero ahora tiene que investigarlo.

Las actitudes dubitativas de López Obrador respecto a las Fuerzas Armadas han sido una constante desde que era candidato.

Cuando la Marina realizó un operativo en febrero de 2017 para abatir a la banda del H2 en Tepic, Nayarit con el uso de armas de alto poder y un helicóptero, el entonces aspirante presidencial López Obrador despotricó, acusó que estaban asesinando jóvenes y prometió que a su llegada al poder las Fuerzas Armadas regresarían a los cuarteles.

Es de llamar la atención que ahora Cienfuegos Zepeda sea acusado por Estados Unidos de haber protegido y coludirse con el el grupo del H2 para traficar drogas.

Antes de tomar posesión, López Obrador giró 180 grados en su posición y admitió que el combate al crimen sería imposible sin la participación de las Fuerzas Armadas.

Para secretario de la Defensa eligió al más joven de los generales de División y ahora que detuvieron a Cienfuegos, en una mañanera y a modo de deslinde, el Presidente LópezObrador hasta presumió que el General Luis Cresencio Sandoval no formaba parte de la terna que le había ofrecido Cienfuegos.

Lo mismo pasó de ofrecer investigar a quienes habían colaborado con Cienfuegos a su paso por la secretaría a dar reversa al día siguiente.

La misma actitud dubitativa presidencial ha afectado a instituciones nacientes de seguridad, como la Guardia Nacional pues inicialmente se comprometió a que estaría bajo un mando civil pero ahora se sabe que administrativamente ese cuerpo depende de la secretaría de Seguridad, pero operativamente queda bajo las órdenes de la estructura militar.

Todo indica que la Guardia Nacional camina a paso redoblado rumbo a los cuarteles, cuestión de leer el mensaje del secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval en la ceremonia del 20 de noviembre en donde de facto asume a la Guardia como un cuerpo más del Ejército Mexicano.

En los hechos, el Presidente López Obrador no se ha asumido como lo que es, como un Jefe de Estado y Jefe de las Fuerzas Armadas, las percibe como subordinadas y aliadas, como lo ha demostrado también en distintos momentos.

Su política de abrazos no balazos tuvo su máxima expresión en octubre del año pasado cuando liberó a Ovidio Guzmán tras haber sido apresado por las Fuerzas Armadas sin una clara explicación, pero en cambio reveló la identidad del militar responsable del operativo.

López Obrador tardó un año en aceptar públicamente que él había dado la orden de liberar a Ovidio.

Más aún, viajó a Badiraguato, Sinaloa para ir a saludar de mano a la mamá de Joaquín “El Chapo” Guzmán y caminar junto a un abogado de esa familia.

Y ahora su inicial reacción sobre la detención el ex secretario de la Defensa que quedó en un reclamo mediático al gobierno de Donald Trump, porque no le habían avisado y su discurso sobre el cáncer de la corrupción como principal herencia del modelo neoliberal…

Hay un aspecto más, para meter control de daños volvió a responsabilizar a quien es la figura más relevante del Gabinete, Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores puntero en las percepciones de la sucesión de 2024 y sobre quien habrá de recaer también el peso de estas decisiones políticas.

Los meses siguientes veremos cómo López Obrador sale de su propio laberinto y se asume como Jefe de Estado o se queda atrapado en sus demonios ideológicos.
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Mochila Política 138
Noviembre 20, 2020, Año 4

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