Lo que decía Hayek acerca del “premio Nobel” de economía

Jeff Deist
«Cortesía de la Biblioteca Ludwig von Mises»

El premio Nobel en ciencias económicas es algo dudoso en el mejor de los casos.

Primero, no es un premio Nobel “real” en el sentido de que la Fundación Nobel ni elige ni paga a los ganadores. Técnicamente, es el “Premio del Banco de Suecia a las Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel”. El propio premio tiene un origen enrevesado, creado por los banqueros centrales suecos esperando mejorar la imagen científica de la economía. Lo eligen los miembros del comité que aplican a propósito los mismos principios usados para determinar los ganadores en medicina, física y química, esperando que el público no advierta mucho su falta de conexión con el difunto Alfred Nobel (o su familia sobreviviente, uno de cuyos miembros denostó el premio como un esfuerzo de relaciones públicas pensado para mejorar la mala reputación de los economistas).

Sin embargo, lo más importante es que el “premio Nobel confiere a una persona una autoridad que en economía ningún hombre tendría que poseer”, como exclamaba nada menos que Friedrich Hayek, en su notable discurso de aceptación al recibir el premio en 1974.

En opinión de Hayek, el premio amenazaba con crear un aura de certidumbre de ciencia pura en torno a la ciencia decididamente social de la economía. Le preocupaba que este camino influyera tanto en los cargos públicos como en la gente, viendo la teoría económica más como leyes de física o propiedades de moléculas.

Esto era peligroso, en opinión de un hombre que había visto a Europa y a Rusia desplomarse bajo el socialismo “científico” y había escrito extensamente acerca de economía política en Camino de servidumbre y Los fundamentos de la libertad. Entendía la letal combinación de arrogancia y certidumbre y esperaba que la audiencia entendiera que la economía seguía siendo una disciplina que estudiaba seres humanos, con todas sus irracionalidades y fragilidades. En este sentido, demostraba el grado de respeto que todavía tenía por la base praxeológica de su entonces recientemente fallecido antiguo mentor Ludwig von Mises.

Murray Rothbard, escribiendo en Human Events, alababa completamente a Hayek como sorprendente ganador que despreciaba la orientación matemática de anteriores receptores:

El Premio Nobel resulta una sorpresa por dos motivos. No sólo porque todos los premios Nobel anteriores de economía hayan ido a progresistas de izquierda y enemigos del mercado libre, sino asimismo porque han ido uniformemente a economistas que han transformado la disciplina en una supuesta “ciencia” llena de jerga matemática y “modelos” no realistas que luego se usarían para criticar al sistema de libre empresa e intentar planificar la economía desde el gobierno central.

F.A. Hayek no es únicamente el principal economista del libre mercado: también ha liderado el ataque a los modelos matemáticos y las pretensiones planificadoras de los supuestos “científicos” y la integración de la economía en una más amplia filosofía social libertaria. Ambos conceptos han sido hasta ahora anatemas para los dirigentes del Nobel.

Rothbard veía el logro de Hayek no sólo como una refutación de la ortodoxia keynesiana con respecto a la política monetaria de estímulo, sino también una demolición de todo el programa político socialista que derivaba de los seguidores de Keynes:

La prescripción política que deriva de la teoría hayekiana es, por supuesto, diametralmente opuesta a la keynesiana: detener el auge inflacionario artificial y permitir que la recesión se produzca tan rápidamente como sea posible con su labor de reajuste. El retraso y los intentos del gobierno por detener o interferir en el proceso de recesión sólo alargarán e intensificarán la agonía de nuestro problema actual y probablemente traerán un futuro de inflación combinada con una larga recesión y depresión. El análisis de Mises-Hayek no sólo es la única teoría convincente del ciclo económico: es la única respuesta integral de libre mercado a la ciénaga keynesiana de la planificación gubernamental y el “ajuste fino” que sufrimos ahora mismo.

Pero Hayek no se limitó a esta monumental contribución a la economía. En la década de 1940 amplió su campo de visión a toda el área de la economía política. En su libro Camino de servidumbre (1944) desafiaba al clima intelectual pro-socialista y pro-comunista del momento, demostrando cómo la planificación socialista lleva inevitablemente al totalitarismo, y mostrando ejemplos de la forma en que la socialista República de Weimar abrió el camino a Hitler. También demostró cómo “los peores siempre llegan a la cima” en una sociedad estatista.

Así que celebremos hoy a Friedrich Hayek, el reticente y digno ganador del Nobel, en lugar de a un economista que una vez escribió esto, nada menos que un libro de texto:

La economía soviética es la prueba de que, contrariamente a lo que muchos escépticos han creído antes, una economía dirigida de forma socialista puede funcionar e incluso prosperar.

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