¡Levanten la cabeza!

“En la Tierra las naciones se llenarán de angustia y miedo por el estruendo de las olas del mar, la gente se morirá de terror y angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo… Cuando estas cosas comiencen, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de liberación”.

–Lucas 21, 20-28.

Esta cita tomada del Evangelio de la Misa del 26 de noviembre, se puede aplicar muy bien a lo que estamos viviendo: huracanes de una violencia fuera de lo común con olas que impresionan, inundaciones que duran meses y una pandemia como el COVID-19. Pero hay que levantar la cabeza, porque es señal de que se acerca la hora de liberación, aquellos que se mantuvieron firmes, leales a Dios y por lo mismo con la cabeza erguida, levantada, gozarán el Reino de Dios.

Y me viene al pensamiento mi Raquel, hermana menor de mi mamá, que al día siguiente de su nacimiento quedó huérfana, por la muerte de su madre a consecuencia de la Influenza Española de 1918. Ella, muy simpática e ingenua, decía que no le pedía nada a Dios, porque eran tantos en el mundo que le pedían cosas más importantes, que no iba a tener tiempo de atender sus ruegos. Murió después de dos años de cáncer, ya grande, sin haberse enterado de su enfermedad, y se durmió serena y tranquilamente como un angelito.

De ahí mi mente pasó al momento de la muerte de mi madre a consecuencia de un derrame cerebral. En la funeraria coloqué una acuarela de su rostro del día de su boda, pintado por mi hermana Elizabeth. Irradiaba tranquilidad y felicidad y la puse para que todos vieran que esa misma serenidad y paz la mostraba su rostro, ella recostada en su ataúd. Era claro que había pasado a una mejor vida, como se dice comúnmente, estaba ya en presencia de Dios. Mi padre, que había muerto mucho antes, a consecuencia de un accidente, mostraba igualmente esa serenidad y paz, como debe tenerla cualquiera a quien la muerte sorprenda habiendo cumplido lo que le tocaba en su vida.

Por último, se me presentó el recuerdo del sepelio de mi prácticamente hermano Hermann Loose, con el que viví muchos momentos felices durante toda una vida. Sus hermanos me pidieron que le dirigiera unas palabras de último adiós, porque ellos no iban a poder hacerlo por la emoción. Siempre los demás se asombraban de lo tranquilo y sin mostrar dolor que me mantenía en esos momentos. Y es que, ¿por qué iba yo estar triste, si yo veía que habían muerto felices y estaban sin duda mejor que nosotros? Además, como les dijo en una ocasión el Padre Manuel Figueroa S.J., Rector del Instituto Oriente a mis padres: “Klaus sabe imponerse, no teme a nada ni a nadie y defiende sus convicciones en forma muy valiente”.

Si uno no se mantiene cerca de Dios, la vida le va enseñando a uno el valor de las cosas. Y eso le permite a uno mantener la cabeza levantada, enfrentando lo que sea. Uno está seguro que al final el bien triunfará sobre el mal. Nuestro Señor lo dijo muy claro: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra mi Iglesia”, y nosotros somos su Iglesia.

Es importante mantener una actitud positiva, ver el vaso medio lleno y no medio vacío, no quejarse por lo que no se tiene, sino darle gracias a Dios por lo que se tiene.

De esta manera, la cabeza se mantendrá levantada; y aunque sintamos la presión y la carga del mundo que aparentemente anda de cabeza y que ya no se tienen fuerzas para seguir luchando contra tanta adversidad, ese espíritu indómito de lucha que se adquirió en el transcurso de los años, siendo fiel a Dios, nos hará poner atención a lo que nos indicó Nuestro Señor Jesucristo: «¡Levanten la cabeza, porque se acerca la hora de liberación!».

“Donde hay Bosques hay Agua y Aire puro; donde hay Agua y Aire puro hay Vida”
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Klaus Feldmann Petersen
Madre Naturaleza

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