La pseudo transición de López Obrador

Con gastadas fórmulas autoritarias del siglo pasado, el Presidente Andrés Manuel López Obrador busca imponer una pseudotransición hacia un imaginario estado de pureza moral, política y de bienestar para los pobres.

En realidad, ha retomado las prácticas seguidas por los caudillos militares tras una serie de luchas intestinas -sin cuerpo doctrinal o ideológico- para justificar e imponer la visión de la “revolución mexicana” y, por ende, del “nacionalismo revolucionario”.

Desde el poder promovieron una cultura con olor y sentido marxista y dieron los espacios desde los recintos oficiales para que los artistas de la época infundieran una interpretación oficial “socialista”, “progresista”, “nacionalista” y “revolucionaria”. Ése fue el auge de algunos como Diego Rivera.

En las décadas que esas corrientes políticas influyeron en el pensamiento de gobiernos y el partido oficial, entonces el PRI, no hubo una definición ni clara ni precisa de ese “nacionalismo revolucionario” por más que promovieron a pseudointelectuales para que los justificaran.

Era tan vaga su fundamentación, que todavía hace 10 años, Guillermo Tovar y de Teresa decía que era “procedente de la cepa obrera e ideológica de la herencia doctrinaria de los hermanos Flores Magón” y que los políticos formados en esa generación tenían “muy claro lo que significaba el nacionalismo revolucionario, comprendido como una doctrina internacional que aportó la Revolución Mexicana”.

Ahora se llama la 4T

Lo mismo que hicieron los caudillos militares para imponer una visión ideológica lo hace ahora el régimen.

Entonces como ahora utilizan las expresiones culturales para legitimarse y para adoctrinar al pueblo.

Los ejemplos de estos tres años son abundantes:

* La Cartilla Moral.

* El retiro del Monumento a Cristóbal Colón.

* La “limpia” a López Obrador el día de su toma de posesión el 1 de diciembre de 2018.

* El retiro de las placas alusivas a las obras inauguradas por el Presidente Gustavo Díaz Ordaz durante su gestión.

* El nombre del aeropuerto Felipe Ángeles.

* El cambio de fecha de la caída de Tenochtitlan.

* El cambio de nombre de la avenida Puente de Alvarado a México-Tenochtitlan.

* Los cambios en los contenidos de los libros de texto…

A diferencia del México de hace un siglo -entonces mayoritariamente rural y con poco desarrollo de la educación-, hoy las condiciones son diametralmente opuestas, y por eso constantemente recurren al discurso de la transformación; se auto elogian en su “pureza” y argumentan que se trata de una transición para derrocar el régimen neoporfirista, el más corrupto en la historia de México.

Sólo que ahora no cuentan ya con los artistas monumentalistas provenientes varios de ellos de las filas del Partido Comunista avenidos por conveniencia al priato. Hoy apenas presumen perfiles sectarios y doctrinarios como Pedro Salmerón o Marx Arriaga.

Importa su lealtad política y su contribución al adoctrinamiento a favor del régimen, no su capacidad profesional y mucho menos su espíritu de servicio.

Por eso, la reacción tan airada, cuando algunos de esos personajes son exhibidos en sus deficientes actuaciones como servidores públicos.

Son personajes cuya trayectoria se forjó en algunas “comunidades intelectuales” marxistas marginales, pero sin mayores merecimientos del mundo académico e intelectual.

Son los nuevos intelectuales orgánicos del régimen autoritario, populista, que busca dotar del olor a marxismo a un proyecto fracasado en los sexenios de Lázaro Cárdenas y Luis Echeverría.

Pero, sobre todo, son los que han justificado denodadamente la auto colocación histórica de este régimen al lado de los otros tres grandes ciclos históricos de México.

Esos tres momentos fueron reconocidos años después por historiadores, académicos, analistas.

Ninguno de ellos, como lo pretende ahora López Obrador, se auto colocó en la historia.

La auténtica transición

Una auténtica transición (pasar de un estado de cosas a otro estado de cosas) implica promover un espíritu de unidad, forjar instituciones nuevas, promover la cultura democrática, la pluralidad, el respeto al orden legal, la promoción de una auténtica economía social.

Ésta es también una tarea de la sociedad organizada para los próximos años: forjar esa cultura política de unidad, respeto y con una visión de futuro, y no estar dependientes de un régimen que no sólo gobierna viendo el espejo retrovisor, sino que pretende engañarnos con fórmulas fracasadas hace un siglo.
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Mochila Política 166
Agosto 20, 2021, Año 5

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