La generación más avanzada

Una buena respuesta sobre el futuro de la vida humana no debe apoyarse en hipótesis o teorías de raigambre exclusivamente sociológica o psicológica. A lo largo de muchos años, detrás del incuestionable desarrollo tecnológico se oculta un océano de aflicción para el hombre de hoy, repleto de agotamiento y desgano, de barbarie, exasperación y conflicto.

Si pertenecemos a una época de la que se afirma que constituimos el compendio de lo más floreciente que ha conocido la historia humana, yo me pregunto ¿qué tan incuestionable será que nuestra generación deba alardear de ser la más avanzada?, ¿realmente cabe enorgullecerse de tal evolución? No son preguntas ociosas. Para Darwin, tal vez personificamos el paradigma de la generación más avanzada. Sugiero desafiar un poco a la Historia.

Basta remontarse algunas décadas atrás, para atisbar que corremos rápidamente por el sendero perfecto que nos arrastrará a ser considerados como parte de una de las sociedades más inhumanas que jamás hayan existido. Según versiones no tan contrapuestas, el siglo XX sumó la mayor cantidad de muertes por guerra que las bajas sufridas en todas las conflagraciones anteriores que registra la Historia. ¿Será discutible o no tal aseveración? Lo cierto es que se trata de una estimación, porque no es posible atinar ni acudiendo a las matemáticas avanzadas. Sin embargo, si sumamos los millones de abortos practicados el siglo pasado, modelo de otra guerra desatada contra los humanos más inocentes e indefensos, es casi seguro que nos llevamos el título de salvajes.

En las colaboraciones iniciales, me referí a la imperiosa necesidad de recuperar los valores que construyeron la civilización occidental: la cultura grecolatina cristiana. Es lo que afirmé cuando escribí a modo de resumen: ¡Back to Basics! Que no significa volver al pasado, sino recuperar los puntos de apoyo originales, sin despreciar las aportaciones valiosas de las épocas posteriores.

Me parece indudable que un principio básico de cualquier civilización gravita en el respeto tajante de la vida humana, desde su concepción hasta la muerte natural. Esa vida es inviolable. Ningún ser humano puede adjudicarse el derecho a suprimirla.

Leyes que permitan, en nombre de la libertad, crímenes tales como el aborto, la eugenesia y la eutanasia, por citar algunos, no pueden construir una civilización sólida fundada en principios. La razón de la aseveración no me parece ingenua, y es que el Creador de la vida humana se guardó para sí la primordial sentencia sobre ella. El hombre no crea al hombre, solo procrea al hombre.

La vida humana, aún en la generación más avanzada, no se somete al hombre, ni a los individuos ni a los grupos sociales ni políticos. En cuestiones de vida o muerte no hay términos medios: o la vida es sagrada e inviolable o no lo es. Si la legislación supone que no lo es, saldrá el genio de la lámpara de Aladino y a ver quién es capaz de someterlo de nuevo. Se desvanecerán los límites en los abusos a que la humanidad pueda ser sometida.

…….

@NuevaVisionInfo
redaccion.nuevavision@gmail.com

Rubén Elizondo Sánchez

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *