¿En qué consiste la verdadera amistad?

¿Qué es la amistad? Es el mayor bien humano. Vale más que el poder, las riquezas, la ciencia o los honores. La amistad es el aprecio que se le tiene a otra persona, en razón de ella misma; es un auténtico interés y afecto, sin buscar recibir a cambio algún tipo de beneficio material.

La amistad, considerada como ‘virtud’, es la que nos hace ser auténticamente amigos, y consiste en la firme voluntad de querer y procurar el bien de la amiga o del amigo.

El escritor Sem Tob, en sus célebres Proverbios Morales, afirma que “No hay mejor riqueza que la buena amistad, ni peor pobreza que la soledad”.

Amistad es compartir intereses comunes; es coincidir en aficiones y gustos y entonces se procuran ocasiones para estar juntos, por ejemplo, para escuchar música, visitar una exposición pictórica, ir de excursión al monte, practicar algún deporte, o simplemente, estar juntos y conversar de asuntos de interés común.

Las verdaderas amistades permanecen a pesar de las dificultades y se consolidan con el tiempo. Se saben perdonar de todo corazón, si hubo algún detalle de fricción.

Pero para ello hay que saber comprender al amigo. Quererlo tal y como es; compenetrarnos de sus alegrías y tristezas, de sus éxitos y fracasos, de sus preocupaciones e ideales. De igual forma, sugerirle alguna corrección en su conducta, si se considera conveniente y procurando su propio bien.

No hay una auténtica amistad si ante los descalabros económicos, ante las enfermedades, sufrimientos o fallecimientos de seres queridos, aquellos que se decían “amigos”, no están presentes o desaparecen sigilosamente.

El amigo de verdad debe de hacerse solidario del otro amigo que está pasando por una prueba amarga, un dolor físico, moral o una temporada adversa.

El genio de la Filosofía en la antigüedad, Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, sostiene que “la amistad es una especie de virtud, o por lo menos, va siempre escoltada por la virtud. (…) Es, además, una de las necesidades más apremiantes de la vida; nadie aceptaría la existencia sin amigos, aun cuando poseyera todos los demás bienes. (…) Todo el mundo conviene en que los amigos son el único asilo donde podemos refugiarnos en la miseria y en los reveses de todo género”.

También, el tener verdaderos amigos estimula a pensar en ellos y en tratar -con generosidad- sobre cómo servirles mejor y ayudarles en los diversos ámbitos del actuar humano: en el desarrollo de su personalidad, en lo profesional o en lo familiar.

Los amigos, pues, se complementan y se enriquecen mutuamente. Cada uno desea el bien del otro. En definitiva, como se lee en el libro del Eclesiástico: “Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo encuentra halla un tesoro. El amigo fiel no tiene precio”.
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Raúl Espinoza Aguilera

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