Dividir a California en 3 partes lleva mucho retraso

Ryan McMaken
«Cortesía de la Biblioteca Ludwig von Mises»

Ahora parece que los votantes de California tendrán la posibilidad de votar si el estado tendría que dividirse en tres partes. Los Angeles Times informa:

Si una mayoría de los electores que emitan su voto están de acuerdo, empezaría un proceso largo y polémico para que haya tres estados independientes en California, con uno centrado principalmente en torno a Los Ángeles y los otros dos dividiendo a los condados al norte y el sur.

Este último movimiento es sólo uno de los muchos intentos a lo largo de muchas décadas para dividir California y hacer a sus legisladores mas responsables ante la gente que vive ahí. Sin embargo, este intento es más exitoso que los anteriores: por ejemplo, la medida que se propuso votar en 2016 de dividir California en seis estados. Esa no llegó a aprobarse para su votación.

Como mínimo, dividir California en partes más pequeñas es algo que lleva mucho retraso. La población de California es una masa de 39 millones, haciéndola más grande que Canadá o Perú. Y el PIB de ese estado es también enorme. Si California fuera un país independiente, tendría una economía más grande que la de Reino Unido.

Esto significa que el gobierno de California, que puede llevarse (y se lleva) porciones sustanciales de esa riqueza, está entre los más ricos del mundo.

Además, el gobierno mantiene un monopolio del poder sobre una vasta área, que incluye algunas de las mejores propiedades inmobiliarias del mundo. Muchas de las mejores costas, montañas, puertos naturales y bosques de Norteamérica se encuentran en California.

Y ésta es una de las mejores cosas de ser un estado enorme (desde la perspectiva del gobierno): el gobierno puede hacer extremadamente difícil escapar de él: “¿No te gustan nuestras políticas? Bueno, eres libre de mudarte a cientos de millas, a Phoenix o Reno”.

No sorprende, por tanto, que el gobierno de California haya sido capaz de abusar de sus contribuyentes tan libremente. California tiene una de las mayores cargas fiscales de la nación y muchos abandonan el estado debido a ello. Cada vez más, el estado se ha convertido en un patio de juegos para los ricos que tengan suficiente dinero sobrante como para soportar lo que otros no pueden. Gracias a interminables regulaciones urbanísticas a través de regulaciones medioambientales y otras medidas, la oferta de vivienda se ha limitado artificialmente, así que se ha disparado el costo de la vivienda en California. Esto ha llevado a una situación en la que, como decía el Sacramento Bee, “California exporta sus pobres a Texas… mientras acude gente más rica”. Pero aparentemente California no está exportando todos sus pobres: el estado tiene la peor tasa de pobreza de la nación cuando se tiene en cuenta el costo de la vida.

Y aun así, los opositores a las nuevas “tres californias” que se van a votar probablemente nos digan que la situación actual es perfectamente correcta. Se nos dirá que la comunidad política en Sacramento no tendría que ser castigada por décadas de mala gestión y que sería demasiado “extremo” la muy izquierdista California del norte de las áreas más moderadas políticamente del sur y el este.

Un estado dividido

De hecho, el estado no está ni cercanamente tan unido en su amor a la agenda política dominante como solemos creer. Tan recientemente como en 2008, el voto de la Proposición 8 sobre el matrimonio del mismo sexo mostraba algunas divisiones importantes en el estado. La oposición a la medida (es decir, el apoyo al matrimonio gay) sólo obtuvo mayoría en las zonas del norte del estado y a lo largo de la costa central. La mayoría de los votantes en el sur apoyaban la medida e incluso la mayoría en el condado de Los Ángeles votaba a favor de la medida. Fuera la que fuera la opinión sobre el tema del matrimonio, el voto reiteraba lo que se sabía desde hacía tiempo: lo que consideramos la “California progresista” se ha impulsado desde hace mucho principalmente por californianos en torno al Área de la Bahía y Silicon Valley. Aunque sería absurdo calificar al sur de California como un bastión del pensamiento de derechas, el hecho de que ese sur de California se parece menos a Hollywood que a interminables millas tras millas de barrios suburbanos llenos de personas de clase media que tienen mejores cosas que hacer que impulsar el último caballo de batalla político de Dianne Feinstein. Un trabajador de una empresa de seguros de clase media de una empresa de seguros en un suburbio poco atractivo de Los Ángeles con tres hijos tiene muy poco en común con una pareja de trabajadores de Silicon Valley formados en Princeton que llevan un tipo de vida con doble ingreso y sin hijos y que llevan al estado las opiniones “ilustradas” que esperamos de los suburbanitas de clase media-alta con caros grados universitarios de diseño.

Además, este último grupo ha ido creciendo cada vez más como la mayoría influyente, tanto en términos de población como en la riqueza y recursos que pueden aportar al juego político.

Así que es difícil no simpatizar con los californianos que podrían preferir librarse del actual dominio político y tal vez adoptar una comunidad política más pequeña y flexible que pueda ser algo más receptiva para los contribuyentes y ciudadanos locales.

California es el ejemplo de un gobierno irresponsable

Y es fácil entender por qué muchos californianos podrían considerar su sistema político como irresponsable para sus necesidades personales particulares y regionales: California tiene, con mucho, el gobierno estatal menos representativo de Estados Unidos.

Por cada legislador estatal, hay más de 310,000 residentes en California. Texas, en segundo lugar, con 139,000 residentes por legislador, no está cerca. Sin embargo, estas cifras no están ni siquiera en la misma liga, con muy pocos otros estados (incluyendo los especialmente seguros, ricos y sanos) como Minnesota, Utah, y Massachusetts. Estos estados tienen 1 legislador para cada 23,600, 23,500 y 33,000 residentes respectivamente.

states.pngEsta es la que se supone que es la representación política en el gobierno de California.

Como ha señalado Gerard Casey, el mismo concepto de representación política se crea sobre unos cimientos bastante endebles. Es bastante improbable que se pueda afirmar que una persona pueda representar verdaderamente los intereses de 50 o 100 personas.  ¿Pero 20,000 personas extendidas por diversas comunidades, geografías y grupos étnicos?

En algunas circunstancias que afecten a poblaciones bastante uniformes, incluso eso podría ser algo que muchos podrían tragarse. ¿Pero 100,000 personas? ¿3,000,000?  La mera sugerencia es algo que debería considerarse risible. Y aun así, ésa es la base sobre la que se asienta la “democracia” de California. Su gobierno, políticamente hablando, se basa en la aceptación de la idea de que el legislativo del estado de 120 personas puede “representar a 29 millones de personas desperdigadas por 163,000 millas cuadradas de territorio.

Sin embargo, en la práctica esta idea es completamente inverosímil y los inconvenientes prácticos son también numerosos.[1] Con un esquema tan poco representativo:

  • Grandes legislativos aumentan el coste de las campañas de elección y por tanto requieren una mayor dependencia de los intereses de las grandes fortunas para comprar medios y acceder a los medios de masas. El costo de realizar una campaña en todo el estado de California, por ejemplo, es considerablemente mayor que el de realizar una campaña en todo el estado de Vermont. Los electorados dispersos en grandes grupos de intereses son especialmente costosos.
  • Los cargos electos, incapaces de atraer a una porción importante de sus electores, se apoyan en grandes grupos de interés que afirman representar a los votantes.
  • Los votantes pierden interés porque se dan cuenta de que su voto vale menos en grandes grupos de electores.
  • Los votantes pierden interés porque no son capaces de conocer personalmente al candidato.
  • Los votantes pierden interés porque las elecciones con electorados más grandes es menos probable que se centren en asuntos que son de interés personal y local para muchos de los votantes.
  • La capacidad para conseguir una reunión personal con un cargo electo es mucho más difícil con un electorado grande que con un pequeño.
  • Los cargos electos se dan cuenta de que un solo votante es de mínima importancia en un gran electorado, así que los candidatos prefieren basarse en los medios de masas en lugar de en la interacción personal con los votantes.
  • Los grupos más grandes de electorado son religiosa, étnica, cultural, ideológica y económicamente más diversos. Esto significa que los cargos electos de ese grupo de votantes es menos probable que compartan clase social, grupo étnico y otras características con un número importante de sus votantes.
  • Los grandes electorados a menudo significan que el candidato está físicamente más lejos, incluso cuando el candidato está en “casa” y no en un parlamento o congreso distante. Esto reduce aún más el acceso.

California es el epítome de todo esto. Y esto es aún peor cuando consideramos la delegación de California en el Congreso. Por cada senador de Estados Unidos en California hay 19 millones de californianos. ¿Cuánto suponen que vale un voto individual californiano para cada senador? Aproximadamente cero. (En California, por cierto, cada distrito para el Congreso contiene más de 600,000 residentes por cada miembro).

Por supuesto, esto vale para la mayoría de los lugares, pero California lleva esta realidad al extremo.

Los beneficios de dividir el estado

Aunque indudablemente no es una panacea, dividir California en piezas más pequeñas sería un paso en la dirección correcta por muchas razones.

Para empezar, proporcionaría más opciones y alternativas para la gente que vive ahora en California. La mayoría los californianos sin duda se consideran personas favorables a decidir [en el caso del aborto]. Así que por qué no adoptar más “decisiones” entre los regímenes políticos a lo largo de la costa oeste. Con tres californias, los residentes actuales podrían mudarse más fácilmente a un estado que se ajuste mejor a sus necesidades personales, sin tener que alejarse cientos de millas. Tal y como se propone actualmente, un residente en el condado de Los Ángeles que trate de cambiar el gobierno estatal bajo el que vive puede trasladarse al condado de Orange. Por supuesto, esto no es del todo cómodo, pero indudablemente es más cómodo y menos perturbador que tenerse que mudar a Tucson o Dallas o Denver.

También se ha buscado a menudo la descentralización para aumentar los intentos de atraer riqueza y capital a cada jurisdicción. Esto a su vez limita el grado en el que los gobiernos están dispuestos a aumentar los impuestos y aplastar a los negocios con regulaciones onerosas. Después de todo, este es el modelo que ha estado funcionando moderadamente bien en Suiza durante siglos.

Y finalmente, dividir el estado ayudaría a hacer mella en la clase política completamente irrepresentativa e irresponsable de California.

Incluso después de la división, las tres californias seguirían estando entre los estados más grandes de Estados Unidos y eso seguiría produciendo todos los problemas señalados antes. Pero por alguna parte hay que empezar.

Además, no hay ninguna razón para que cada nueva California tenga que adoptar el modelo de un parlamento diminuto de 120 miembros como hace ahora la “Vieja California”. Los que se aferran irracionalmente a la situación actual sin duda se opondrían a una Cámara de Representantes de 400 personas como tiene ahora la diminuta New Hampshire. Pero incluso con una Cámara de 200 personas, como tiene Pennsylvania, para cada una de las nuevas Californias  (cada una con aproximadamente 13 millones de personas), el poder estatal estaría algo menos centralizado, algo menos aislado, algo menos altivo.

Para más:

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Nota:

[1] La investigación de Mark Thornton, George S. Ford y Marc Ulrich (ver aquí y aquí) concluye: “Es muy sugestiva la evidencia de que el tamaño del legislativo proporciona una explicación de mucha de la tendencia o deriva al alza en el gasto público, debido a la naturaleza del tamaño fijo de la mayoría de las asambleas. Potencialmente, el tamaño del legislativo podría ajustarse para controlar el crecimiento público”.

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El artículo original se encuentra aquí.
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