¿Deben legalizarse las drogas? ¡Claro que no!

Hace algunas semanas, el secretario de Turismo, Enrique de la Madrid Cordero, sugirió que la legalización de las drogas en ciertos destinos turísticos ayudaría a que disminuyese la violencia provocada por quienes se dedican al narcotráfico.

Desde luego que algo que el titular de la cartera de Turismo ignora es el hecho de que, jugar con la permisividad en el consumo de drogas, es algo muy parecido a jugar con explosivos.

Y es que, una vez destruidas las barreras psicológicas, morales y legales que detienen a muchos jóvenes, se ampliarían notablemente las posibilidades de mercado para los traficantes.

Y todo porque una noción elemental de Economía nos dice que allí donde hay mercado comprador activo aparecen siempre los vendedores.

En otro orden de ideas, lo malo de las drogas es que no solamente dañan a quienes las consumen, sino también a las personas que rodean al adicto.

Valga el ejemplo: Un drogadicto puesto al volante experimenta mayor tendencia al riesgo, ya que no ve el peligro, razón por la cual nada extraño será verlo circular a gran velocidad en sentido contrario ocasionando las peores desgracias que podamos imaginar.

Asimismo, al ver disminuida su responsabilidad, es lógico que se incrementen conductas agresivas que causen riñas, lesiones e incluso homicidios.

Por todo ello, en una comunidad donde se dé el consumo frecuente de drogas, acaban perdiéndose los valores morales y deteriorándose el tejido social, ya que el adicto será capaz de todo –robar e incluso matar– con tal de que no le falte una dosis, que cada vez van siendo más altas, conforme más se consuma.

Antes de llegar a extremos tan dramáticos como los que se viven en varios estados del país, es necesaria una política de prevención. La prevención significa ayudar a que las personas –especialmente los jóvenes– desarrollen una estabilidad emocional y unos valores morales que puedan reducir la probabilidad de que deseen hacerse daño a sí mismos o que se lo hagan a otros.

¿Y cuál sería la mejor manera de llevar a cabo la más eficaz política de prevención?

Si en verdad se quiere evitar que el número de drogadictos siga creciendo, habrá que ir a la raíz del problema, y ésta se encuentra en la situación por la que atraviesan las familias.

Aquellas familias unidas cuyos padres saben estar presentes cuando sus hijos los necesitan, están practicando la prevención, aun sin proponérselo, ya que, si los niños crecen dentro de un ambiente de amor y seguridad, donde pueden tomar decisiones con argumentos sólidos, lo más probable es que jamás desarrollen una tendencia hacia las drogas.

No se olvide que quienes se drogan lo hacen para cambiar su estado de ánimo, con el fin de sentirse mejor o más felices, o quizás buscando escapar de sus problemas y frustraciones.

Lamentablemente, la droga –por sí sola– no resuelve los problemas; lo único que hace es posponerlos y, en ocasiones, casi siempre los agrava.

Retomando la pregunta que da título a nuestro trabajo: ¿Deben legalizarse las drogas (dizque para evitar la cadena de asesinatos que están ensangrentando al país)?, la respuesta es ¡No!

Hay quienes afirman –Enrique de la Madrid entre ellos– que si se llegase a legalizar la producción y venta de drogas se abarataría el consumo, puesto que, al no ser una actividad clandestina, los enervantes estarían al alcance de todos.

Eso es falso, puesto que quienes controlan el mercado son los grandes comerciantes, quienes, a base de crímenes y extorsiones, impondrían un monopolio en distintas zonas, con lo cual el precio aumentaría en lugar de disminuir.

Más que el famélico campesino que cultiva amapola, el gran beneficiado sería el intermediario que le compra el producto para dárselo a los distribuidores, con lo cual las cuantiosas ganancias quedarían en manos del crimen organizado.

El hecho de que no existan trabas legales no hará disminuir el consumo, sino que éste aumentaría gracias al apoyo dado por la publicidad en prensa, radio y televisión.

Todo esto acentuaría la farmacodependencia, afectando principalmente a los jóvenes y creando un espejismo de evasión ante los problemas de la realidad.

Se promovería una sociedad adicta y enferma, con lo cual se cumpliría aquel viejo refrán según el cual “quien siembra vientos cosecha tempestades”.

Para disminuir la oferta hay que alejar la droga de la persona, y para ello no hay otro camino que la prevención por medio de la ley. Si se quita esa prevención legal, la sociedad queda tan indefensa como cuando en una aldea se la abre la jaula a un tigre.

Consideramos que, más que buscar reflectores y popularidad efímera, lo que el secretario de Turismo debe hacer –en el poco tiempo que le queda– es promover un plan que atraiga visitantes a nuestro país.

Todo lo demás son ganas de lucirse y perder el tiempo.

redaccion.nuevavision@gmail.com

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