Con paciencia, todo lo puedes alcanzar

En este mundo nuestro de las innovaciones y del asombroso progreso tecnológico, de las prisas, de no descansar ni un minuto en horas laborales, me parece que nos hemos ido acostumbrando a “la inmediatez”. Como aquel directivo que solía pedir a sus ejecutivos: “Quiero que este asunto salga cuanto antes, y si no lo terminan a las 6;00 de la tarde, por favor, dediquen horas extras hasta realizarlo bien y me avisan esté donde esté, ¿Ok?”.

O bien, como en la redacción de los periódicos se solía decir, cuando un periodista le preguntaba a su jefe: “Y esta nota de prensa para cuando la necesita”. Y en forma clara y tajante se escuchaba la clásica respuesta: “era para ayer”. O sea, cuanto antes, entre más pronto mejor, o “mete el acelerador” porque esto urge.

No todas las personas pueden conducirse durante toda su vida con ese vértigo imparable de velocidad laboral, de resultados “contra reloj”. Como me explicaba una doctora Dermatóloga, a propósito de una reflexión que hacía sobre la sociedad de nuestro tiempo: “Hoy en día, los profesionistas jóvenes viven con demasiadas prisas y presiones, de un modo trepidante, es una espiral que no termina y, naturalmente, eso conduce a enfermedades nerviosas, como la depresión o a dañar su propio organismo como la gastritis, las úlceras, diversos trastornos cardíacos, etc. Cuando era una Doctora joven, nunca viví con semejante estrés y logré realizar mis objetivos. En cambio, esta generación termina por dañar la parte corporal o su salud mental”.

Por el contrario, me quedé pensando en los grandes filósofos, artistas y literatos de la cultura grecolatina, quienes dedicaron mucho tiempo para realizar sus obras maestras, por ejemplo, Aristóteles y Platón. También en la Edad Media, Santo Tomás de Aquino para escribir la “Suma Teológica”, la “Suma contra Gentiles”, libros de profundas disquisiciones sobre Filosofía y Teología. O bien, en el Renacimiento italiano, “La Piedad” de Miguel Ángel Buonarroti, que me parece una genialidad, lo mismo que “El Moisés”, que al concluir esta maravillosa obra escultórica se dice que el artista le dio un leve golpe con el martillo en su rodilla y le dijo al Moisés: “¡Habla!”. Del mismo modo, Dante Alighieri quien escribió su monumental obra: “La Divina Comedia”, que ha quedado para la posteridad como una obra clásica.

Asimismo, Santa Teresa de Jesús, quien fue una persona que sufrió muchas incomprensiones, persecuciones y una tremenda pobreza, pero nada ni nadie le impidió fundar conventos por toda España. Tenía un tremendo empuje y una vigorosa determinación. Cuando se empeñaba en cumplir un objetivo, vencía todos los obstáculos lo lograba porque era una mujer fuerte y paciente.

La paciencia está muy ligada a la fortaleza. Cuando se posee esta última virtud se tiene la capacidad de acometer una acción, pero también de resistir todo tipo de sufrimientos y penalidades.

Por ello se dice que una persona es fuerte porque es paciente ante las adversidades; puede sentir miedo ante una adversidad, pero lo vence con audacia y valentía.

Recuerdo, por ejemplo, a algunos generales y soldados que combatieron en la Segunda Guerra Mundial, que cuando un periodista los entrevistaba ante una hazaña conseguida en combate, solían preguntarles: “-¿Llegaron a tener miedo?” y la respuesta inmediata era: “-¡Por supuesto! Pero había que vencerlo, dar buen ejemplo a los demás soldados y mantener en alto el ánimo del todo el ejército”.

Durante quince años di clases en “Educar, A. C.”, en Ixtapaluca, Estado de México, tanto en la Primaria como en la Secundaria, y con frecuencia acudían a mí padres y madres de familia con la queja de que sus hijos no les obedecían en diversos temas, a lo que yo respondía haciendo una comparación, en aquellos lugares rodeados de sembradíos: “¿Ven aquella plantita que apenas se va desarrollando?”. “Sí la vemos” – me respondían. “Pues sus hijos van creciendo poco a poco. Y como a esa plantita no se le puede forzar a que crezca más deprisa porque se rompería ya sea del tallo, de las hojas, o se le sacaría de la tierra con todo y raíz. Por lo tanto, se requiere paciencia un año y otro año. Poco a poco sus hijos comenzarán a vivir esos valores que ustedes les están inculcando. Así que ¡paciencia, mucha paciencia!”.

Y de este modo concluía mi conversación con aquellos padres de familia.
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Raúl Espinoza Aguilera

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