Abuso del abuso

— P. Santiago Martín
(Franciscanos de María)

En una entrevista con la CNN -y aquí se cumple el viejo axioma del periodismo de que el medio es el mensaje-, el Papa ha vuelto a afrontar la cuestión de los abusos sexuales por parte del clero. Han ocurrido, por desgracia. Uno solo hubiera sido una tragedia y no ha sido uno solo, sino muchos. Hay que poner todos los medios de prevención y de control para evitar que vuelvan a suceder.

Hasta aquí los tópicos que se repiten una y otra vez y que en los que es necesario insistir. Pero lo que pocos dicen, porque no es políticamente correcto, y que el Papa se ha atrevido a decir en el “sancta sanctorum” del progresismo mundial -la CNN- es que se está haciendo abuso del abuso y eso hay que pararlo. No ha empleado exactamente esta frase –“abuso del abuso”-, pero sí el concepto.

No es verdad, ha dicho el Papa, que el abuso a menores esté relacionado con el celibato y ha puesto como ejemplo que la inmensa mayoría de ellos tienen lugar en las familias y los cometen personas que no son célibes. También se preguntó el Papa, en la entrevista, por qué se siguen tapando esos abusos y no se investiga sobre ellos, mientras que se ha puesto el foco de la atención pública sobre los que tienen como protagonista a algún miembro de la Iglesia.

Usando datos que, según el Pontífice, le proporcionaron en Brasil, el 3 por 100 de los abusos están relacionados con alguien de la Iglesia. Son datos de Brasil y al Papa no le pareció una cifra tan exagerada como para fijarse sólo en ellos y no en los demás. Los datos de España, por poner otro ejemplo, son aún menores. Según los datos proporcionados por la Fundación ANAR, sólo el 0.2% de los abusos ha tenido a un sacerdote como protagonista. El porcentaje es tan bajo que “Save the children” ni siquiera lo contempla en su estadística.

Volviendo a los datos de ANAR, la posibilidad de que un sacerdote abuse de un menor es más baja que la de que lo haga la abuela (0.3%) y es cinco veces menor que la posibilidad de que lo haga un monitor de actividad extraescolar, siete veces menor de que lo haga la madre, diez veces menor de que lo haga un hermano, veinte veces menor de que lo haga un primo y cien veces menor de que lo haga el padre. Sin embargo, siguiendo con lo que ocurre en España y que sirve como ejemplo de lo que está pasando, sólo se ha creado una comisión parlamentaria para investigar los abusos y ésta está dirigida a analizar con lupa lo que afecta a la Iglesia. Si hubiera verdadera preocupación por la seguridad de los menores, la lógica nos dice que debería investigarse antes lo que sucede en el ámbito educativo y, sobre todo, en el familiar.

Pero no es así, no sólo no se investiga, sino que ni siquiera se informa, salvo en situaciones muy dramáticas y excepcionales. Es evidente cuál es el motivo: los niños abusados están siendo utilizados como un arma arrojadiza contra la Iglesia, porque lo que verdaderamente importa es desprestigiarla, para que, a la larga, desaparezca y a corto plazo su voz en defensa de la vida y de la familia no tenga ninguna autoridad ni influencia social.

Este “abuso del abuso” no sólo se produce desde fuera de la Iglesia. Hay que recordar que el “Camino sinodal” alemán arrancó con la excusa de poner remedio a los abusos a menores que habían tenido lugar en la Iglesia católica de Alemania. Esa fue la excusa, porque a donde querían llegar de verdad era a donde están llegando: sacerdocio femenino, fin del celibato, modificación completa de la moral sexual de la Iglesia, aceptación de la ideología de género e incluso supresión del carácter sacramental de la Iglesia, separando el sacramento del orden sacerdotal del servicio de gobernar. También ahí, por lo tanto, se están utilizando a los menores abusados como un instrumento para llegar a unos objetivos que no tienen nada que ver con la prevención de los abusos.

Además, y a nadie parece importarle porque no se habla de ello, habría que preguntarse el por qué los abusos por parte de clérigos fueron mucho mayores en los años y en los países en los que se vivió según el “espíritu del Concilio”. Cuánta más relajación eclesial, más abusos. Pero eso, aunque lo demuestren los datos, es un tabú que todos saben, pero de lo que nadie habla, porque echaría por tierra lo que hoy se tiene por políticamente correcto en la Iglesia.
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P. Santiago Martín

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