Multiplicación de nuestros talentos

Vivir quiere decir enfrentarse a dificultades. Y enfrentarse a dificultades es lo natural: este afrontar la realidad es quizá el primer acto de alegría en la vida del hombre. Porque o estamos siempre alegres o nos aniquila la tristeza.

Admitir que podemos estar tristes es un acto de madurez; pero admitir la tristeza como hábito, nos lleva a la autodestrucción  si no reaccionamos a tiempo, retornando a la alegría. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y Dios es un ser infinitamente alegre, que reparte sus dones a quienes están abiertos a Él.

Es cierto que alcanzar nuestros objetivos, implica trabajo. Y el trabajo solemos asociarlo con el esfuerzo, con el dolor del aprendizaje, pero también con el gozo y la felicidad, porque trabajo significa poder, crecimiento personal, multiplicación de nuestros talentos, forja de la personalidad, fuente de sustento, contribución al progreso de la humanidad, servicio a los demás.

Con el trabajo construimos nuestro futuro, de tal modo que el trabajo bien hecho, viene a convertirse en nuestro principal capital. Más aún, lo que hacemos en el presente, eso cosecharemos en el futuro.

Es preciso responder a las dificultades con actitudes equilibradas: amor, sabiduría, lealtad, firmeza, justicia, amabilidad, paciencia, constancia, fortaleza, prudencia…

El trabajo implica un buen manejo del tiempo, de tal modo que hagamos más, con menos recursos. En muchas ocasiones se comienza a trabajar con lo que se tiene, sabiendo que pronto vendrá la multiplicación a causa de  nuestros esfuerzos.

Paradójicamente, las personas que objetivamente no tienen tiempo, son las que sacan tiempo para todo lo que implique mejora personal o ayuda al prójimo. Tal parece que tienen el prejuicio psicológico de pensar siempre en los demás, y su generosidad las hace eficaces y felices.

No postergan sus deberes ni compulsivamente posponen las cosas. Estas personas prevén, planean, están al corriente y los valores las motivan. Saborean el éxito. Deliberadamente  eligen lo positivo, como actitud profundamente arraigada. Se sienten satisfechas, dueñas de sí, guías de su propio destino. Confían en el prójimo, por ello pueden delegar y llegar a más.

Sus emociones positivas les ayudan a reafirmarse en la realidad: a desear el bien de los demás, saben esperar, poseen fe,  su risa es inteligente y alegremente contagiosa. Son leales y cercanos al prójimo. Con gran deseo de vivir… No les desanima haber sido machacados por situaciones de pérdida, ven  la muerte al servicio de la vida.

El poder de la autoafirmación

Cinco prácticas que le ayudarán:

Uno.- Utilice técnicas de relajación, para implantar técnicas de autoafirmación. Cuando estamos relajados nos encontramos más abiertos al aprendizaje. Por ejemplo, durante los ratos que anteceden o siguen al sueño crepuscular, pueden hablar con el Creador.

Dos.- Utilice la repetición para lograr el éxito. Para iniciar un cambio o disponerse para un suceso futuro, repita afirmaciones propias que le lleven a crecer o a conseguir un cambio en la dirección deseada.

Tres.- Utilice la imaginación y la visualización para ver el cambio. Véase usted mismo cambiado. Cuánto más sentidos emplee, más fácil cambiará. Lo visual, sonidos, tacto, olores, etc.

Cuatro.- Bloquee todo lo negativo. Ábrase a lo positivo. Solemos vivir demasiado de los recuerdos y muy poco de nuestra imaginación. Si usted lo puede imaginar, usted lo puede hacer.

Cinco.- Identifique su defecto dominante, y anótelo para que lo recuerde cuando lo haya olvidado, y continúe cambiando  ese modo de ver la vida por sensores flexibles, adaptables y desinhibidos, abiertos a la alegría y al olvido de sí,  que le llevarán a actitudes creativas e innovadoras.

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Gabriel Martínez Navarrete

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