Libertad y civilización

Murray Rothbard
«Cortesía de la Biblioteca Ludwig von Mises»

[Extraído de “Libertad, desigualdad, primitivismo y división del trabajo”]

Si los hombres fueran como hormigas, no habría interés por la libertad humana. Si los hombres individuales, como hormigas, fueran uniformes, intercambiables, privados de sin rasgos propios de personalidad, ¿a quién le importaría si son libres o no? De hecho, ¿importaría a alguien si están vivos o muertos? Lo glorioso de la raza humana es que cada persona es única, el hecho de que toda persona, aunque similar de muchas formas a otros, posee una personalidad propia completamente individualizada.

Es el hecho de que cada persona sea única (el hecho de que ningún par de personas sean completamente intercambiables) lo que hace a todos y cada uno de los hombres irremplazables y nos hace preocuparnos de si está vivo o muerto, de si está feliz u oprimido. Y finalmente está el hecho de que estas personalidades únicas necesitan libertad para su completo desarrollo, que constituye uno de los principales argumentos a favor de una sociedad libre.

Tal vez exista en algún lugar un mundo en que seres inteligentes estén completamente desarrollados en algún tipo de jaulas determinadas externamente, sin necesidad de aprendizaje interno o elecciones por los propios seres individuales. Pero el hombre está en una situación necesariamente distinta. Los seres humanos individuales no nacen ni están creados con conocimientos, valores, objetivos o personalidades completamente formados: cada uno debe crear sus propios valores y objetivos, desarrollar sus personalidades y aprender acerca de sí mismos y el mundo que los rodea. Todo hombre debe tener libertad, debe tener espacio para formarse, probar y actuar respecto de sus propias elecciones, para que se produzca cualquier tipo de desarrollo de su propia personalidad. En resumen, debe ser libre para poder ser completamente humano.

En cierto modo, incluso las civilizaciones y sociedades más paralizadas y totalitarias han permitido al menos un atisbo de ámbito para la elección y desarrollo individual. Incluso el más monolítico de los despotismos ha tenido que permitir al menos un poco de “espacio” para la libertad de elegir, aunque solo sea en los intersticios de las normas sociales. Por supuesto, cuanto más libre sea una sociedad, menor habrá sido la interferencia en las acciones individuales y mayor el ámbito para el desarrollo de cada individuo. Luego cuando más libre sea la sociedad, mayor será la variedad y diversidad entre hombres, pues más completamente desarrollada estará la personalidad individual única de cada hombre.

Por otro lado, cuanto más despótica sea la sociedad, cuantas más restricciones a la libertad del individuo, cuanta más uniformidad haya entre los hombres y menor diversidad haya, menos desarrollada estará la personalidad única de todos y cada uno de los hombres. En un sentido profundo, por tanto, una sociedad despótica impide que sus miembros sean completamente humanos.

Si la libertad es una condición necesaria para el completo desarrollo del individuo, no es en modo alguno el único requisito. La propia sociedad debe estar suficientemente desarrollada. Por ejemplo, nadie puede convertirse en un físico creativo en una isla desierta o en una sociedad primitiva. Pues a medida que crece una economía, el rango de opciones abiertas al productor y al consumidor procede a multiplicarse grandemente.   Además, solo una sociedad con un nivel de vida considerablemente superior a la subsistencia puede permitirse dedicar muchos de sus recursos a mejorar el conocimiento y desarrollar y montón de bienes y servicios por encima del nivel bruto de subsistencia: pero hay otra razón por la que el completo desarrollo de los poderes creativos de cada individuo no pueda producirse en una sociedad primitiva y no desarrollada y ése es la necesidad de una amplia división del trabajo.

Nadie puede desarrollar completamente sus poderes en ningún sentido sin dedicarse a la especialización. El hombre de la tribu o campesino primitivo, obligado a una interminable serie de distintas tareas para mantenerse, no podría tener tiempo o recursos disponibles para perseguir cualquier interés concreto completo. No tendría ningún espacio para especializarse, para desarrollar cualquier campo en que sea mejor o en el que tenga más interés. Hace doscientos años, Adam Smith apuntaba que el desarrollo de la división del trabajo es la clave para el avance de cualquier economía por encima del n8ivel más primitivo. Condición necesaria para cualquier tipo de economía desarrollada, la división del trabajo es también un requisito para el desarrollo de cualquier tipo de sociedad civilizada. El filósofo, el científico, el constructor, el mercader: nadie podría desarrollar estas habilidades o funciones si no hubiera tenido ámbito para la especialización. Además, ningún individuo que no viva en una sociedad que disfrute de un amplio rango de división del trabajo puede tener la posibilidad de emplear sus poderes hasta el máximo. No puede concentrar sus poderes en un campo o disciplina y avanzar en esa disciplina y en sus propias facultades mentales. Sin la oportunidad de especializar en lo que pueda hacer mejor, nadie puede desarrollar al máximo sus poderes: por tanto, ningún hombre podría ser completamente humano.

Aunque se necesita una continuidad y avance de la división del trabajo para un sociedad y economía desarrolladas, el grado de dicho desarrollo en un momento concreto limita el grado de especialización que puede tener una economía concreta. Por tanto, no hay espacio para un físico o un informático en una isla primitiva: estas habilidades serían prematuras dentro del contexto de esa economía existente. Como dijo Adam Smith: “la división del trabajo se limita por el nivel del mercado”. Por tanto, el desarrollo económico y social es un proceso que se refuerza mutuamente: el desarrollo del mercado permite una mayor división del trabajo, lo que a su vez permite una mayor extensión del mercado.

En el marco de que el mercado y el grado de división del trabajo se refuercen mutuamente, también lo hacen la división del trabajo y la diversidad de los intereses individuales entre los hombres. Pues igual que se necesita una división cada vez mayor del trabajo para dar un ámbito completo a las capacidades y poderes de cada individuo, también la existencia de esa misma división depende de la innata diversidad de los hombres. Pues no habría ningún ámbito en absoluto para una división del trabajo si todas las personas fueran uniformes e intercambiables. (Una condición más para la aparición de una división del trabajo es la variedad de recursos naturales: tampoco los terrenos concretos son intercambiables). Además, pronto se hizo evidente en la historia del hombre que la economía de mercado basada en una división del trabajo era profundamente cooperativa y que dicha división multiplicaba enormemente la productividad y por tanto la riqueza de todas las personas que participan en la sociedad. El economista Ludwig von Mises lo expuso muy claramente:

Históricamente, la división del trabajo se origina por dos hechos de la naturaleza: la desigualdad de las habilidades humanas y l variedad de las condiciones externas de la vida humana en la tierra. Estos dos factores son realmente uno: la diversidad de la Naturaleza, que no se repite a sí misma, sino que crea el universo en una variedad infinita e inagotable (…).

Estas dos condiciones (…) son realmente tales como para casi obligar a la división del trabajo a la humanidad. Viejos y jóvenes, hombre y mujeres cooperan haciendo uso apropiado de sus diversas habilidades. Aquí está también el germen de la división geográfica del trabajo: el hombre va de caza y la mujer a la fuente a buscar agua. Si las fuerzas y capacidades de todos los individuos y las condiciones externas de producción hubieran sido iguales en todas partes, la idea de la división del trabajo no podría haber aparecido nunca (…) No habría podido aparecer ninguna vida social entre hombre de igual capacidad natural en un mundo que fuera geográficamente uniforme (…).

Una vez que el trabajo se ha dividido, la propia división ejercita una influencia diferenciadora. El hecho de que se divida el trabajo hace posible un mejor cultivo del talento individual y así la cooperación se hace cada vez más productiva. A través de la cooperación, los hombres son capaces de alcanzar lo que habría estado fuera de su alcance como individuos (…).

La mayor productividad del trabajo bajo la división del mismo es una influencia unificadora. Lleva a los hombres a considerar a los demás como camaradas en una lucha conjunta por el bienestar, en lugar de como competidores en una lucha por la existencia.

Luego la libertad es necesaria para el desarrollo del individuo, y dicho desarrollo también depende del grado de división del trabajo y del nivel de vida. La economía desarrollada da espacio y favorece una especialización y florecimiento de los poderes del individuo enormemente mayores de los que puede hacerlo una economía primitiva y cuando mayor sea el grado de dicho desarrollo, mayor será el ámbito para cada individuo.

Si la libertad y el crecimiento del mercado son ambos importantes para el desarrollo de cada individuo y, por tanto, para el florecimiento de la diversidad y las diferencias individuales, entonces hay una conexión causal entre libertad y crecimiento económico. Pues es precisamente la libertad, la ausencia o limitación de restricciones interpersonales o interferencias, la que abre el camino para el crecimiento económico y por tanto para la economía de mercado y la división desarrollada del trabajo.

La Revolución Industrial y el corolario y consecuente crecimiento económico de occidente fueron el producto de su relativa libertad de empresa, de invención e innovación, de la movilidad y la mejora laboral. Comparada con sociedades en otro tiempo y lugar, la Europa Occidental y Estados unidos en el siglo XVIII y XIX se vieron marcados por una mucho mayor libertad social y económica, una libertad de movimientos, de inversión, de trabajar y producir, a salvo de un gran acoso e interferencia del gobierno. Comparado con el papel del gobierno en cualquier otro lugar, su papel en estos siglos en occidente fue notablemente mínimo.

Al permitir un ámbito completo de inversión movilidad, división del trabajo, creatividad y emprendimiento, la economía libre crea por tanto las condiciones para un rápido desarrollo económico. Es la libertad y el libre mercado, como bien apuntaba Adam Smith, lo que desarrolla la “riqueza de las naciones”. Así que la libertad lleva al desarrollo económico y ambas condiciones a su vez multiplican el desarrollo individual y el desenvolvimiento de los poderes del hombre individual. Luego, en dos maneras cruciales, la libertad es la raíz: solo el hombre libre puede individualizarse completamente y, por tanto, puede ser completamente humano.

Si la libertad lleva a una ampliación de la división del trabajo y a un ámbito completo de desarrollo individual, también lleva a una población creciente. Pues igual que la división del trabajo se ve limitada por el grado de mercado, la población total se ve limitada por la producción total. Uno de los hechos chocantes de la Revolución Industrial ha sido no solo un gran aumento en el nivel de vida de todos, sino asimismo la viabilidad de niveles de vida tan generosos para una población enormemente mayor. Los terrenos de Norteamérica eran capaces de abastecer solo a en torno a un millón de indios hace 500 años, y eso a un mero nivel de subsistencia. Aunque quisiéramos eliminar la división del trabajo, no podríamos hacerlo si eliminar literalmente a la inmensa mayoría de la población mundial actual.

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