La espiral de deuda de Canadá

Lee Friday
«Cortesía de la Biblioteca Ludwig von Mises»

Vivir más allá de nuestros medios requiere que tomemos dinero prestado para cubrir la diferencia entre nuestra renta y nuestro gasto. Muchos canadienses entienden ahora las consecuencias financieras de esta práctica y lamentan las decisiones tomadas. Por desgracia, el primer ministro Trudeau no es uno de ellos, como evidencian sus déficits presupuestarios públicos, que están erosionando aún más el bienestar financiero de los canadienses. Ha roto una promesa de campaña, ignorado principios económicos básicos y parece empecinado en mantener un historial ignominioso. Según el Fraser Institute: “Justin Trudeau es el único primer ministro en los últimos 120 años que ha aumentado la carga de deuda federal por persona sin una guerra mundial o recesión que lo justifique”.

La promesa rota

Los liberales habían ganado las elecciones federales de 2015 con una promesa de que no habría déficits anuales de más de 10.000 millones de dólares a lo largo de los tres primeros años de su mandato y de eliminar el déficit para 2019-20.

El déficit fiscal para 2016-17, el primer año fiscal completo de Trudeau, fue de 17.800 millones de dólares. La previsión para 2017-18 es de 19.900 millones y para 2018-19 la previsión es de 18.100 millones.

Y ahora, en el presupuesto público de 2018, leemos esto:

Aunque la austeridad puede provenir de la necesidad fiscal, no debería convertirse en una ideología rígida acerca de los déficits que vea cualquier inversión como mal gasto.

El gobierno dice que los déficits son económicamente beneficiosos y compara los déficits con préstamos asumidos por empresarios y dueños de negocios. Pero aquí está el problema: para gastar, el gobierno debe aumentar primero el dinero gravando o tomando prestado (en déficit). Esto priva al sector privado de dinero que en otro caso estaría disponible para que los negocios lo tomaran prestado y lo invirtieran en nueva producción, creando así empleo y aumentando nuestro nivel de vida.

Además, el “préstamo y gasto” del gobierno impone una carga financiera adicional sobre contribuyentes futuros, que deben devolver tanto el préstamo como los intereses. Por el contrario, los pagos de los préstamos a empresas privadas imponen una carga sobre los empresarios y, como los empresarios son personalmente responsables, tienen incentivos para ser prudentes en sus decisiones. Los políticos, por el contrario, al no tener responsabilidad personal tienden a ser volubles, imprudentes, arbitrarios y derrochadores.

Por qué es malo el gasto público

Cuando una empresa privada obtiene un beneficio convirtiendo diversos recursos (trabajo, materias primas, etc.) en productos que los consumidores compran voluntariamente, esto significa que ha hecho un uso eficiente de los recursos. Se crea riqueza. Por el contrario, una empresa privada incurre en pérdidas cuando no consigue convencer a los consumidores para comprar voluntariamente sus productos, lo que significa que está desperdiciando recursos. Si la empresa no puede mejorar, dejará de funcionar conservando así recursos para empresarios que puedan usarlos eficientemente.

El progreso económico (creación de riqueza, aumento en los niveles de vida) proviene de la asignación eficiente de recursos a través de empresas rentables, en las que los consumidores determinan lo que se produce. Estos son los principios económicos básicos que ignora Justin Trudeau.

Los políticos pueden proteger a los grupos de intereses creados porque dentro del gobierno no existen los cálculos de pérdidas y ganancias. Esto impide que los consumidores (contribuyentes) expresen sus preferencias como hacen en el mercado, donde “votan con sus dólares”. El gobierno obliga a los contribuyentes a subvencionar lo que suministra, al precio que dicta, lo quieran o no. Así que los impuestos y gastos coactivos del gobierno tienden a desperdiciar recursos, lo que es económicamente contraproducente. Y, como se ha señalado antes, el gasto público reduce la inversión privada.

Como escribían Charles Lammam y Hugh MacIntyre en el Financial Post (cursivas añadidas):

La inversión en Canadá ha disminuido un asombroso 18% (considerando la inflación) desde el final del tercer trimestre de 2014.

Es crucial para cualquier plan para mejorar las perspectivas económicas a largo plazo de nuestro país, animar la inversión, la innovación y el emprendimiento en el sector privado (…) en este frente, las decisiones de política federal han sido contraproducentes.

Y la actualización fiscal de Morneau deja claro que el gobierno continuará manteniendo déficits persistentes y acumulando más deuda, lo que indica posibles impuestos más altos en el futuro (ya que la deuda es sencillamente impuestos diferidos), creando todavía más incertidumbre hoy entre inversores y emprendedores. (…)

Un 64% de los CEO dicen que el clima de inversión de Canadá ha empeorado en los últimos cinco años, advirtiendo un aumento en la carga fiscal y regulatoria.

¿Vive Justin Trudeau en una realidad alternativa?

Esa es la realidad económica que parece desconocer el primer ministro. La inversión de las empresas privadas está limitada por el gasto público y las regulaciones. Pero el gobierno de Trudeau piensa que todo va bien. En su presupuesto de 2018, leemos esto:

Los canadienses se sienten más optimistas acerca del futuro. Los sueños cotidianos (ya sea pagar sus deudas, ahorrar para un primer hogar o volver a la escuela para aprender un nuevo oficio) están más cerca de la realidad.

Yo no sé en qué realidad vive Justin, pero esta es la realidad en la Tierra:

Un tercio de los canadienses viven tan apretados que ya no pueden cubrir las facturas y cuotas de deuda mensuales, según una encuesta (…)

El 33% de los encuestados (…) admitía haber estirado sus posibilidades mensuales, mostrando un aumento del 8% desde la última encuesta de la MNP en septiembre (…)

Casi cuatro de cada diez encuestados (…) admiten que lamentan la cantidad de deuda que han solicitado en su vida.

El 42% de los encuestado (…) dicen que tendrían problemas financieros si los tipos aumentaran mucho más. Además, casi un tercio dice que podrían ir a la quiebra debido a tipos de interés en aumento.

El gobierno de Trudeau, o bien ha perdido el contacto con la realidad, o bien sencillamente no le preocupa el crecimiento económico y los apuros financieros de los canadienses. En todo caso, la falta de responsabilidad personal entre los políticos resulta preocupante.

Responsabilidad

Si rompo la ventana a mi vecino, por accidente o no, tengo que pagar su sustitución. La indemnización proviene de mi propio bolsillo. Soy responsable de mis acciones.

Si los liberales pierden las elecciones federales del año que viene, habrá muchos que dirán que se les ha hecho responsables de diversos errores. De hecho, esto es lo que siempre se nos dice: “Si no te gusta el gobierno, no te olvides de votar, porque es tu oportunidad de hacerlos responsables”.

¿De verdad? ¿Así definimos la responsabilidad en política? ¿Desaparece nuestro enfado simplemente porque les hemos pateado el culo para sacarles del cargo? ¿Basta con ver a políticos con los ojos llorosos dar discursos de reconocimiento en la noche electoral?

Si me doy una vuelta por el barrio y rompo todas las ventanas en todas las casas y luego pierdo mi empleo, ¿olvidarán y perdonarán mis vecinos? Creo que no.

¿Qué pasa con las penalidades económicas que inflige el gasto público sobre los canadienses? Las inversiones privadas no realizadas. La riqueza y los trabajos no creados. Los productos no fabricados. La deuda incurrida. Son consecuencias financieras reales que los canadienses individuales están obligados a absorber. ¿Quién les compensará?

Si los políticos supieran que serían personalmente responsables por el daño que infligen, infligirían mucho menos daño.

Conclusión

Muchos “expertos” han animado al gobierno a equilibrar el presupuesto, pero el problema real es el tamaño del presupuesto. Deben recortarse el gasto público y los impuestos. ¿En cuánto? No hay límite. No hay nada que haga el gobierno que no lo pueda hacer el sector privado mejor y con mucho menos coste .

Una reducción drástica en el tamaño y ámbito del gobierno dispararía una masiva inversión privada y el crecimiento económico. Pero hasta que los votantes no aprendan algunos principios económicos básicos, continuarán teniendo el gobierno que merecen, ya sea el régimen de Trudeau o un partido distintos de artistas del engaño.

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El artículo original se encuentra aquí.

redaccion.nuevavision@gmail.com

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