Actúa como si el éxito fuera inevitable y haz realidad tus planes

¿Qué tenemos qué hacer para conseguir el éxito, no sólo una vez, sino de modo habitual?

1. Existe un principio irrefutable que conviene recordar siempre: nosotros atraemos aquello en lo que pensamos. Lo que logramos en la vida, será lo que tengamos en la mente.

2. Hagámonos responsables de nuestros pensamientos y de la propia formación. Jamás la dejemos al azar, ni esperemos iluminaciones extraordinarias: cada uno somos el resultado de nuestros pensamientos.

3. El mal de muchos consiste en que no dedican tiempo a pensar o reflexionar. Ten en cuenta que los éxitos y los logros dependen en un 80% de lo que tengamos en la mente. El otro 20% es la puesta en práctica de nuestro pensamiento.

4. Si queremos lograr el éxito, hemos de dedicar tiempo a pensar. Pensemos en grande y no desperdiciemos nuestro potencial en acciones irreflexivas.

5. Seamos sinceros: nadie puede obtener el triunfo, si antes lo rechaza mentalmente. Hay que amar el éxito con pasión. Esto implica imaginar y pensar previamente con detalle, lo que apasionadamente deseamos y ponerlo por escrito.

6. Pon tu confianza en Dios y en ti mismo. Si es para bien, amemos con pasión el triunfo, o sea, la cristalización de nuestros deseos. Si rechazamos mentalmente el éxito, no habrá nada.

7. Recuerda que se trata de jerarquizar la vida, poniendo cada cosa en el orden que le corresponde: a) trato con Dios, b) matrimonio; c) la familia; d) el trabajo; d) las amistades, y e) todo lo demás.

8. Rechaza con coraje la posibilidad de quedarte en la “estacada” y constantemente acrecienta tu confianza, afrontando con honestidad tus errores, y trabaja sin cesar por corregirlos. Descansa, pero no digas nunca “basta”. No te des nunca por vencido: esto sería ya el primer error, que hay que borrar de un plumazo.

9. Evita las demoras, dilaciones y desviaciones, corrígete constantemente. Ve en los errores algo muy bello: detrás de cada error viene el aprendizaje, no tanto de saber más, sino de ser mejor, y, además, la experiencia requerida para consumar tu proyecto o ideal.

10. No te desanimes. Desanimarse sería el peor error. Recuerda: piense bien de tí mismo y de tus capacidades. Seremos capaces, si pensamos en que lo somos y actuamos en consecuencia.

11. Olvídate de las soluciones “mágicas” o “fáciles”. Éstas, por lo común no existen. Lo que te llevará a coronar tu ideal es el trabajo bien planeado y excelentemente ejecutado.

12. Respétate, no te vendas barato, y piensa dignamente de ti: ¿un hijo de Dios se desanimaría por esto? Claro que no. Así tendrás un comportamiento digno. Dignidad es sentirse hijo de Dios, y ver a los demás –con aprecio– desde esta perspectiva.

13. Ante un fallo, no le eches la culpa a otro, ni te evadas: afronta el error con sentimientos de responsabilidad. Piensa: ¿qué puedo hacer para mejorar esta situación?, ¿qué depende de mí y qué de los otros?

14. Cada uno es el arquitecto de su propio futuro. Por esta razón, hoy avanza un paso más para construir ese destino. El pasado sólo interesa como experiencia. No te des por vencido, porque el futuro se construye en el presente.

15. Traza un plan de acción, para que tu pensamiento se cristalice en metas concretas (siempre vive con metas). Redacta ese plan de modo claro, específico, concreto, breve y completo. Evita generalidades y palabras vagas.

16. Utiliza tu imaginación y ponte a diseñar proyectos. Dentro de un sano realismo, lo que podemos imaginar, lo podemos llevar a cabo. Es vital ser rico en deseos, en ambiciones buenas y nobles. Sino vives así, eso significa falta de aprecio por uno mismo y por los demás.

17. Ese plan de acción debe ser medible y cotejable periódicamente con el avance de lo logrado en la práctica.

18. Recuerda que la “práctica hace al maestro”. Una vez que lo seas, podrás enseñar a los demás a continuar con la permanencia de dicho proyecto.

19. Espera lo mejor de la vida y disponte a recibirlo. Tienes que estar dispuesto a pagar el precio. Nada llega solamente pensándolo únicamente.

20. No hagas caso a las dificultades (son de ordinaria administración), críticas y al “qué dirán”. Pero tampoco las ignores: utilízalas como catapultas (oportunidades de mejora) para lograr lo que te propones.

21. Todo progreso propio, implica colaborar en el progreso de los demás.

22. Si el deseo de éxito es auténtico, una vez alcanzado, conviene soñar nuevamente para acrecentar lo logrado, siempre dentro del orden de la vida: Dios, los demás y en tercer lugar tú. Y siempre ir a más.

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Gabriel Martínez Navarrete

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